La primera Rodríguez

in #spanish6 years ago

Hola, Steemians! Tiempo sin pasar por acá. Pasa que escribir no es mi hobby, pero cuando la inspiración llega, la aprovecho. Hoy les dejo este relato de la primera Rodríguez, mi abuela.

Eugenia Rodríguez

Mi abuela, Eugenia Rodríguez, nació en Cumaná, estado Sucre, Venezuela. Es una mujer bailadora, bromista, amable, generosa y amorosa, amante de los perros y gatos, que siempre hace el bien sin mirar a quien, valor que se encargó de inculcar en su descendencia. Lamentablemente tuvo una infancia llena de maltratos y abandono. Perdió a su mamá siendo solo una niña y fue llevada a una casa de familia en donde trabajaba su madrina para que ella la cuidara. Dicha familia era una de las más acaudaladas de los tiempos, los famosos Berrizbeitia. Abuela aun recuerda cada detalle de sus días en esa casa. En realidad, es lo único que recuerda ahora. Su vivencia con ellos fue bastante dura y traumática. Acompañaba a las señoras de la limpieza a hacer sus labores: limpiar esas inmensas habitaciones que ella describe como sábanas por su amplitud, sacar los “vasos de cama” todas las mañanas (estos eran usados como retretes). Como abuela era una niña traviesa y contestona, siempre se ganaba los más terribles castigos. Por ejemplo, si abuela no sacaba un vaso de cama o no limpiaba bien algo, un castigo era seguro. La sacaban al porche de la casa, la arrodillaban en granos de maíz o chapas con un matero en cada mano por bastante rato y para colmo, a la luz del día para que todo aquel que pasara, pudiera ver semejante escena. Sin embargo, esto en vez de generar miedo y respeto por las normas, abuela no dejaba de hacer travesuras, las cuales aun cuenta con mucha jocosidad. Su madrina, la cocinera y las señoras de limpieza le decían: “Pórtate bien, muchacha del carrizo!”, pero ella no hacía caso. Ella sostenía: “ellos se lo merecen por lo mal que se portan conmigo”. Tras llegar a la adolescencia, a los 14 años, conoció a un hombre que la cortejó mucho hasta que se la llevó. Por inocencia y creer que no le pasaría nada, quedó embarazada de su primer bebé al cual llamó Virginia. Abuela decidió emprender su vida sola, como madre soltera. Limpiando y lavando aquí y allá, lograba mantener a su hija y así misma. En ese tiempo volvió a quedar embarazada de otro hombre. Esta vez tendría un varón al que llamaría Alberto. Al dar a luz, no supo más del padre de su hijo. Pero esto no la detuvo. Siguió trabajando duro para su bienestar y el de sus hijos. Años después, en esos días de trabajo, conoció a Florencio Rodríguez, apodado el “patiquín” debido a su buen vestir y su actitud de galán. Con él sí se mudó. El aceptó a sus dos hijos y ella los de él de su previo matrimonio. Pero no se conformaron con los que ya tenían. Tuvieron 7: Isolina, Florencio, Miguel, Irasema, María, Danilo y Vidal. Tristemente, esta última murió a los 2 años de edad reduciéndose a 6. Al tener a su cuarta hija, Irasema, decidieron casarse. A pesar de estar casado y tener varios hijos a quienes darle un buen ejemplo, Florencio nunca dejó de ser un Don Juan. Peleas y peleas por sus infidelidades siempre ocurrían en casa. Luego, después de tanto tiempo sin ver mejoras, Eugenia se cansó. Lo dejó ser. Decidió dedicarse a criar a sus hijos y a trabajar duro como siempre lo había hecho.

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Abuela en mi día de imposición de medallas

Uno de los talentos de la abuela era cocinar. Literalmente, a una simple ensalada, Eugenia le daba su toque. Así que decidió sacarle provecho y montó su cantina escolar ya que al lado de la casa quedaba un liceo. Tras muchos años de estar allí, el liceo fue cambiado de lugar. Pero abuela siguió con sus ganas de seguir alegrando paladares. Vendía empanadas, arepas rellenas de pollo, carne, cochino, queso; parrillas y jugos en la entrada de su hogar con la ayuda de sus hijos. Cuando ya el cansancio se apoderó de ella, buscó la forma de seguir activa a pesar de sus años. En la antigua cantina escolar, construyeron un negocio de útiles escolares. Allí trabajó junto con su esposo por mucho tiempo. Cuando sus mentes ya no eran tan hábiles, decidieron darle descanso. Con su marido enfermo de diabetes y depresivo, se dedicó a él en cuerpo entero.
Después de tantas situaciones fuertes que ha tenido que pasar abuela: perder a su madre a temprana edad, a su esposo y tres de sus hijos, los traumas y golpes que vivió de niña; su mente ya no es la misma. Aun conserva su espíritu jovial, amable y bromista; sin embargo, a veces amanece muy malhumorada que por todo pelea o se molesta. Quizás se deba a que ya no la dejan hacer lo que hacía antes porque su retentiva de información es de escasos 2 a 3 minutos. Sus conversaciones son repetitivas y a veces fuera de lugar, igualmente su forma de actuar. Todos los días, a eso de las 5:00 pm, empieza a recoger su ropa y todo objeto que ella encuentre en un bolso, lo cierra, se pone su abrigo y dice: “bueno, es hora de agarrar camino, tengo que buscar a mis muchachitos” o “¿Y a qué hora me van a venir a buscar?”. También, se para de madrugada a hacerle la comida a su esposo o a veces lo hace en las tardes. Y tú la ves toda preocupada “¿pero qué va a comer Florencio hoy? Y allí es cuando su hija le dice “mamá, papá está en el cementerio”. Esta cae en cuenta y exclama: “ay, mija! Pasa que hoy me pare con la cabeza mala”. El mismo ritual sucede con las mascotas. Más de una vez se han quedado sin almuerzo o cena porque la viejita se antoja de echársela a sus queridas “Trigrilla” (gata ladrona y tragona) y “Mestiza” (tragona al cuadrado). Lo peor del caso es que cuando se lo reclaman, ella nunca es que lo hace pero como “cuando uno llega a viejo, uno siempre es el culpable porque creen que uno está loco”, es motivo de gran molestia y berrinche. Sin embargo, lo único que no olvida son todas sus travesuras y castigos en casa de los Berrizbeitia, los cuales te puede contar una y otra vez sin obviar el más mínimo detalle. En ocasiones, su cuerpo está pero su mente no. Se hunde en sus pensamientos por largos ratos en silencio. ¿Qué pensará Eugenia a sus 87 años? No lo sabemos ni lo sabremos ya que se niega a compartirlo.
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En unos de sus cumpleaños

Gracias por leer.

Sort:  

Te felicito por haberte atrevido a emprender este viaje por las memorias familiares. Tienes el don de las cuenta cuentos de antaño, así que cultívalo!

Tu abuela es un personaje hermoso. Sufrida y triunfadora, a pesar de las adversidades. Vale la pena que sus memorias sean preservadas y creo que tú lo harás muy bien.

Resulta fascinante como las memorias de nuestros ancianos van y vienen, a veces al azar, a veces de manera aparentemente selectiva. Quizás recuerden lo que más añoran, la etapa en que fueron verdaderamente ellos.

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