TEMO POR MI VIDA

in #spanish6 years ago (edited)

Hola, Steemians! Tiempo sin publicar. Pero nunca es tarde para hacerlo. Por acá les dejo el siguiente escrito que refleja como el miedo te impide tomar grandes decisiones en tu vida. El relato está basado en una conversación entre dos chicas que escuché esperando el autobús. Espero sus comentarios
PD: Gracias a @hlezama por ayudarme a editar este post. Siempre dispuesto a ofrecer sus conocimientos!


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Tengo un esposo al que siento que amo. Aunque creo que digo amarlo para ocultar que en realidad le temo. Pienso que a pesar de su rudeza, no creo que sea un mal hombre. Sólo es muy temperamental. He tenido ganas de dejarlo. Sin embargo, aun sigo a su lado. Siempre me he dicho, por lo menos no te engaña. Quizás es un poco rústico, pero eso no lo hace malo. En realidad, nunca había tenido sospechas de que me fuera infiel y eso me hacía sentir un poco afortunada. Lamentablemente, eso acabó el día del cumpleaños de mi sobrina Tatiana.
En ese momento, tenía 8 meses de embarazo. Estaba embarazada de mi primer bebé, mi Miguel, la luz de mi alma. [Fuente] (https://pixabay.com/en/pregnant-maternity-unborn-person-971982/) Fui para la casa de mi mamá ya que allí era que se iba a realizar la fiesta de mi querida Tati. Iba a ser una gran celebración: comida demás, buena música; todo lo que hace que uno quiera ir y quedarse a disfrutar. Llegué a las 4 de la tarde. La fiesta iba de maravilla. Al caer la noche, no me quería venir, por supuesto, soy muy bailadora y bochinchera. Pero a Ronald, mi esposo, no le gusta que yo salga mucho y menos me quede a amanecer en fiestas. Ese día, como a las 9pm, me llamó para decirme que me podía quedar. Eso me tomó por sorpresa: nunca me había dicho algo así. Le dije que estaba bien, que lo haría. Sin embargo, luego de pensarlo por unos minutos, cambié de opinión. Mejor me iba a casa.

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Al llegar, no había nadie. Eran las 11:30 de la noche. Extrañada y con un montón de pensamientos tormentosos, me acosté en la cama a esperar su llegada. A las 2 AM, escucho el cerrojo abrirse y los ladridos del perro. No sé porqué decidí correr y esconderme en el baño. Desde un orificio que tenía la puerta, pude verlo entrar. Se paró en la sala, se sacó el teléfono del bolsillo y lo puso a cargar. Caminó para los cuartos, vio aquí y allá, como buscándome. Al darse cuenta que no estaba, decidió llamar a alguien. Cuando este respondió, las siguientes palabras que le dijo me dejaron fría: “hola, mi amor. Ojalá me hubiese quedado contigo. La otra nunca se vino para acá”
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La ira que recorría todo mi cuerpo en ese momento no fue normal. Sentía que hervía por dentro. Temía por lo que yo pudiese hacer con tanta rabia encima. Salí corriendo del baño y le empecé a dar golpes por todos lados. Me decía que lo dejara en paz, que no lo siguiera golpeando, que estaba embarazada, que si no me importaba la vida de mi hijo, etc. Cuando me di cuenta que mi bebé importaba más que él, me detuve y le dije que era un mal hombre y que no quería saber más nada de él por infiel. Desde ese día, nuestro matrimonio cambió por completo. Todo se volvió distante y carente de afecto. Estábamos felices cuando nació nuestro hijo pero esas sólo fueron emociones por el momento. Al pasar del tiempo, la frialdad y distancia reinaba entre nosotros.
No, no me separé de él. Grave error. Quizás por miedo o por amor, la conclusión es que no lo dejé. Decidí continuar a su lado a pesar de la desconfianza y rencor que le tenía por lo que había hecho (o seguía haciendo). Sentí que sólo importaba el bienestar de mi hijo y eché a un lado mis sentimientos, cosa que nunca debí hacer. Un día le dije que saldría a disfrutar con unos amigos. Él, muy molesto, me dijo que debía llevarme al niño, ya de 5 años. Me negué rotundamente. Eso lo enfureció y se fue de la casa sin hablarme. Como de verdad quería despejarme la mente de tantos problemas, le dejé mi hijo a mi mamá y me fui a bailar con mis amistades a un bar cerca de la casa de mi suegra. Bebimos y bailamos demás por un buen rato. De repente, llega mi suegra alarmada diciéndome que no fuera para mi casa ya que mi esposo se había enterado que no me había llevado a Miguel conmigo y estaba hecho un demonio. Al estar bastante pasada de tragos, le dije a mi suegra que no me importaba lo que él dijera e igual iría a mi casa. Incluso, le pedí que fuera conmigo. Al llegar allá, lo encontré acostado en la cama viendo televisión. Al verme, su cara se puso roja y su expresión se endureció al máximo. Se levantó y se paró enfrente de mí y me dijo: “Te crees muy valiente, ¿no? Te dije que te llevaras al niño y no lo hiciste”. Yo, sintiendo que tenía la fuerza de 10.000 hombres le dije: “Así es, lo soy. Yo dejé al niño con mi suegra y me fui a bailar un rato porque quería hacerlo desde hace tiempo. ¿Cuál es el problema?”

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Sin miramientos, Ronald me agarró del pelo y me lanzó en la cama. Llena de rabia, le empecé a dar golpes a diestra y siniestra. Fue una larga lucha. Golpes y golpes. Pero, cuando su puño dio fuertemente contra mi cara, me desplomé en el suelo y quedé inconsciente. Solo escuchaba voces y gritos al mismo tiempo. Sentí que estuve tirada allí como por minutos, horas. Cuando volví en sí, me levanté como pude y corrí hacia mi suegra que estaba hecha un mar de lágrimas afuera en la sala. Le dije que su hijo era lo peor que me había pasado en mi vida y que sí, era un mal hombre. Su mamá lo afirmaba a través de su llanto. Se avergonzaba de él y me decía que tenía que dejarlo inmediatamente porque no me merecía.
Ya ni sé que me merezco. Me siento vacía y sola. Lo único que me llena y me levanta el ánimo es ver a mi hijo. Cuidarlo, amarlo; es la mejor labor de mí día a día. Pero ojalá esto fuera suficiente para evitar mi pesar. Cuando veo a Ronald, mi tristeza regresa. Sí, aún sigue en casa. Va y viene, llega tarde en la noche; la mayor parte del tiempo hace ver que no existo. Solo me nota cuando quiere tener sexo, comer o alguna prenda de vestir limpia o planchada. Ayer, me golpeó de nuevo por no haberle planchado su ropa de trabajar a tiempo. Y, otra vez, se disculpó por haberlo hecho. Siempre usa las mismas palabras: “es que me haces molestar”. A veces creo que de verdad sí lo hago molestar. Todos los días me digo que debo hacer las cosas mejor para evitar que este hombre me golpee o incluso me mate.

O quizás lo haga yo primero.

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GRACIAS POR LEER

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Hi there. welcome back. Este es un texto maravilloso; retrata una realidad brutal y desgarradora.
Esas esperas de bus pueden ser muy provechosas. He ahí la vena de escritora latiendo; el olfato para la buena historia.
Te felicito, muy bien logrado el relato.

Me alegra saber que le haya gustado. Espero poder seguir escribiendo, sólo necesito más inspiración jeje
Thanks for your advice and help :)