Libertad
En el preciso instante en el que Anabel se miró las uñas cortas, semicuadradas y pintadas de fucsia, se dio cuenta que no solo había superado el pasado sino que ya no cargaba esa mochila sobre los hombros. El bacalao como le dice Álvaro.
Como todos los seres humanos, normales y anormales, Anabel tiene o tenía una fuerte carga de pasado entre pecho y espalda, elementos que la definen como la mujer que es hoy en día. Y como a todos nosotros, ese background, la lleva a formar sus propias ideas sobre la realidad que la rodea.
Esta historia que estoy contando hoy, es semi - ficción. La parte real de ella, tendrás que descubrirla, como lo hice yo, de todo lo que me contó Anabel en días pasados.
Anabel es una buena amiga mía y en la medida en que nuestras multiples ocupaciones y la agitada vida de la capital nos lo permite nos vamos a tomar café en algún lugar que cumpla con un requisito bien importante en estos días confusos y complicados, es decir, que tenga las tres B: bueno, bonito y barato. Total es que, estando sentadas allí tomando un cafè y comiendo una palmerita, recordábamos un ejercicio de nuestra clase de coaching, en el que el profe, nos pidió un ejemplo y que si no estabamos viviendo la situación en el momento, usaramos una del pasado y que la observaramos para fines de lo que estábamos estudiando. Y Anabel, se quedó muda en ese momento, yo la miré y ella simplemente me sonrió y no dijo nada, cuando el profe pidió que compartieramos la experiencia con el grupo, ella permaneció callada, y cuando le pregunte que le sucedía, simplemente dijo que estaba cansada y que tenía mucho sueño. Como la conozco bien y sé que es bastante dormilona, le creí y no insistí demasiado ya que yo estaba más interesada en escuchar la clase y los ejemplos de mis compañeros.
Sin embargo, antes de ayer cuando nos tomábamos nuestro café, Anabel se decidió a confiarme sus pensamientos y percataciones más recientes.
Y si mal no recuerdo, la cosa va más o menos así: Anabel se miró largamente las uñas, suspiró y me dijo:
Chica, cuando el profe nos pidió un ejemplo del pasado, yo no lo pude hacer. Y no pude porque en ese preciso momento me di cuenta que el pasado está tan remotamente lejos de mi en este momento que no vale la pena regresar ni en pensamiento allí.
Yo me detuve, baje lentamente mi taza de café y dejé de masticar mi palmerita, y vaya que eso realmente significaba que estaba poniendo toda mi atención en lo que Anabel me estaba diciendo pues esas dos cosas no son para nada despreciables. Cuando comprendió que tenía toda mi atención continuó:
A veces, Mae, nos aferramos al pasado y permitimos que determine nuestros momentos presentes, y como ya te digo, está tan remotamente lejos de nosotros que en este momento somos personas completamente diferentes y nuevas, con sentimientos y pensamientos tan diferentes que tenemos que hacer el ejercicio de re - conocernos a diario.
Supiré, un tanto insegura de mi capacidad de comprensión ante tales reflexiones. Lo que Anabel interpretó como si yo le estuviera dando carta blanca a seguir soltando sus cavilaciones.
Piensalo Mae, mientras nos mantengamos aferradas al pensamiento: me dijo, me hizo, me hirió, tal como lo dice el Dhammapada, nos mantenemos estancadas, sin avance, sin progreso, ni siquiera sin espacio para que alguien nuevo entre en nuestras vidas, por no hablar que estamos pegadas en el sufrimiento.
Y si soltamos todo eso, y dejamos que se quede allá donde pertenece: nuestro pasado, podemos reinventarnos cada día y acercanos más y más a la persona que nos gusta ser y queremos ser, por no hablar que podemos desarrollar todas nuestras potencialidades ¿no crees tu?
No le respondí, no por ser odiosa ni nada, sino porque me sentí convencida que Anabel estaba teniendo razón, que de algún modo para poder ser más felices y vivir menos estresadas, había que fluir y soltar. Pero no dije nada de eso, solo atiné a preguntarle que cómo se sentía el haber tenido una percatación de este estilo, y me dijo:
Nena, te respondo con una sola palabra, dejar el pasado en su santo lugar y mirar hacia adelante, tiene sabor a libertad.
Las dos sonreímos, ella serena y radiante se le notaba que se sentía libre y contenta, y yo, pensativa proponiendome en mis adentros ser un poco mas seria con la meditación y reflexionar en lo que mi amiga me acababa de enseñar.
Otras cosas que he escrito:
En casos de lluvia, rompa el vidrio
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