The Looking Away

Hace un buen tiempo, un amigo me recomendó una banda llamada Animal Kingdom. "Sé que te gustará, es música indie", dijo, y algo en el modo en que brillaban sus ojos me hizo creerle. Por aquel tiempo, creo recordar que estaba ahogado en ocupaciones. Lo de siempre: estudios, trabajo, dinero; las cadenas de lo cotidiano que atan a todos los hombres, que aran un camino en el piso que seguimos día tras día. Por lo tanto, solo escuché una o dos canciones que me gustaron y decidí no involucrarme más de lleno (porque la admiración artística bien hecha siempre requiere de compromiso). Eso hasta hace unas cuantas semanas. Descubrí por casualidad en mi biblioteca aquellas dos canciones huérfanas, melodías a la deriva.

Resultó, luego de un nostálgico reencuentro, que ambas canciones pertenecían al mismo álbum, el segundo de la banda, y como no creo mucho en esto de las casualidades, decidí echarle un ojo. The Looking Away, qué nombre más extraño para un álbum. Si los ojos son realmente la ventana del alma, ¿por qué habría una pretendida obra de arte evitar esa verdad, la esencia misma del hombre? Mucho me lo pregunté hasta que, hacia el final del CD empezó a sonar The Art Of Tuning Out y solo entonces comprendí el tema de todo el álbum, que no ha salido de mi cabeza desde entonces.

El hombre es un algo incierto, un mundo dentro de otro, un error tras otro. Parecemos nunca estar satisfechos con el plato que nos sirven. Escudriñamos la mancillada y fría porcelana, con ojos resentidos y extraños, como queriendo que de sus entrañas naciese otra porción, idéntica o mejor que la que acabamos de devorar. O la que nos devoró a nosotros.

He notado últimamente ーcon algo a veces parecido a la repugnancia; otras, muy similar a la indiferenciaー que al hombre, al ser humano, le encanta mirar a otro lado. Lo hacemos cada día, cada noche, cada segundo. Lo veo en las calles llenas de basura, en los rostros tristes, en el cadáver del gato muerto que está rumbo al trabajo. Ahí está de nuevo esa maña de mirar para los lados, de querer olvidar lo que hay frente a nosotros.

Está quien mira hacia otro lado para ignorar una realidad demasiado real, para ignorar algo que no es placentero, algo que le recuerda su humanidad. Dejamos de mirar, por eso mismo, la basura en las calles, los perros muertos, las peleas, los robos, los abusos. Intentamos entonces ahogarlos con economía y política y farándula, con quién hizo y quién no hizo, intendo desligarnos, no convertir el dolor ajeno en dolor propio.

Está también quien mira hacia allá porque ve en la lejanía su silueta, en otro lugar, en otro contexto, viviendo un ensueño improbable; quien ha olvidado las cosas que pueden hacerlo feliz exactamente donde está, las diminutas partes que dan aunque sea una insospechada fracción de alegría; o quien mira hacia otro lado por el dolor y el odio y el no soportar lo que siempre ve, día a día, dejando de lado los buenos detalles, una sonrisa, una caricia, un "te quiero".

Con esto no quiero decir que esté mal to look away, pero depende de las condiciones. No ignoremos nunca el lugar que ocupamos. No pidamos a la vida una ilusión por la que no hemos trabajado. Veamos hacia allá tan solo para ver el camino que debemos seguir. Miremos lejos por un segundo, y luego volvamos nuestra vista a este lugar, a la realidad que compartimos; para dirigir nuestro camino hacia allá, sin olvidarnos nunca de ser amables y sonreír y recordar los buenos momentos y llorar y reír a carcajadas y trabajar disfrutando sin pretenciones del caos que es esta vida.