ESCAPANDO DE LA MUERTE - MI HISTORIA REAL DE SOBREVIVENCIA (VARGAS, 1999) PARTE 2
Dedicado a todos los sobrevivientes
Dedicado a todos los sobrevivientes
Luego de varios días de redacción, hoy he logrado finalizar esta publicación en la que les contaré mi historia de sobrevivencia:
En Diciembre del año 1999, ocurrió la denominada tragedia de Vargas. En un post anterior les conté cómo morí y reviví durante ese desastre natural. Ahora, terminaré la historia de ese trágico momento de mi vida y les explicaré cómo hicimos para poder escapar de un lugar que quedó incomunicado, desolado y peligroso porque la lluvia no solo sacó los ríos, sino lo PEOR de algunas personas.
La mañana del 16 de Diciembre, fue un momento que jamás podré olvidar; ese día renací, y quizá por eso, todos los recuerdos que aquí les narro junto a algunas anécdotas de mi familia quedaron grabados por siempre en mi memoria.
Una vez que me rescataron del río y me entregaron a mi mamá, nos tocó alejarnos de la calle porque la fuerza del agua empezaba a volverse mortal, estaba pasando de arrastrar basura a ser capaz de halar con su corriente a quienes intentaban pasar de un lado a otro.
Confundidos, heridos, llenos de barro y sin posibilidad de volver
No sabíamos a donde ir, caminar por las calles de La Guaira era una lotería mortal, pues la fuerza del agua se abría paso al azar y destruía todo a su paso. Teníamos que tomar una decisión y apresuramos la misma al recibir la invitación de un vecino a ir a su casa.
Avanzamos poco más de 100 metros y nos encontramos con unas escaleras estrechas por las que no podían subir dos personas juntas, mi madre me llevaba en sus brazos, estaba aferrada a mi por la sensación de haberme perdido durante algunos minutos; no me soltó ni un momento a pesar del desgaste físico que representaba cargar a un niño grande durante tanto tiempo.
Una vez en el apartamento, la solidaridad se hizo presente y nuestros anfitriones nos dieron desayuno y agua potable; nos hubiese encantado ducharnos pero de los grifos salía líquido marrón y solo pudimos limpiarnos un poco la cara para evitar que entrara en nuestros ojos el polvillo que se forma cuando se seca el lodo.
Nos sentíamos seguros al estar en un tercer piso, desde la ventana veíamos cómo el río crecía y ya arrastraba desde piedras hasta electrodomésticos y autos pequeños. Los minutos pasaban, la lluvia no paraba y dentro del grupo había un hombre que preocupado nos dijo que teníamos que salir de allí, era arquitecto y avisó que esa estructura colapsaría.
Hablamos por la ventana con los vecinos del edificio de al lado y estos nos invitaron a movernos para allá, aceptamos y pasamos como pudimos, intentamos convencer al dueño del apartamento para que nos acompañara, pero este se negó a salir de su propiedad y obligó a su familia a quedarse con él.
En nuestro nuevo refugio tuvimos la posibilidad de ducharnos porque contaba con tanque en su techo, también pudimos cambiarnos de ropa porque el señor del apartamento al que entramos guardaba vestimenta de su hijo y de su ex-esposa, estábamos un poco más cómodos al habernos sacado el lodo de nuestro cuerpo.
Eran cerca de las dos de la tarde cuando el piso comenzó a temblar, el pronóstico del arquitecto se cumplió y todos vimos como aquella familia completa perdió la vida por no haber escuchado a un experto; pudo más la soberbia y el apego de un padre por lo material, que lo que la lógica decía.
Escuchaba como todos en la zona gritaban y lloraban, yo era muy pequeño y no entendía aquello de la muerte, nada se podía hacer, el río ya arrastraba piedras gigantes y salir a ayudar era una misión suicida. Juntos, pasamos el resto de la tarde orando, esperando que la noche trajese el cese de la lluvia y un nuevo amanecer.
Salió el sol, gritaban todos agradecidos
Salió el sol, gritaban todos agradecidos
17 de Diciembre de 1995, las plegarias de toda Venezuela y el mundo fueron escuchadas, recuerdo haber sido el primero en despertar dentro de aquel apartamento, corrí a la ventana y vi el sol por primera vez después de semanas, el río se convirtió en barro y escombros; sin lluvia, había llegado la hora de escapar de aquel infierno.
Luego de agradecer al dueño del apartamento por su hospitalidad, salimos del edificio con aquella ropa que no era de nuestra talla, en mi caso con unos zapatos que aunque me quedaban gigantes, cumplían con su función de proteger mis pies de los objetos punzantes que estaban regados por todos lados. Las calles quedaron intransitables y tuvimos que caminar abriéndonos paso a través de los escombros durante más de tres horas, sin comida ni agua en nuestros organismos hasta que llegamos a una casa que estaba ofreciendo ayuda a quienes quedaron sin nada.
Mientras comíamos y nos hidratábamos con pan y agua, mi padre había iniciado las búsqueda de su hijo (yo). Él estaba divorciado de mi madre y por eso no vivía con nosotros, caminó durante más de 15 km aturdido con las noticias de que la zona en la que yo vivía había sido arrasada. Al llegar al lugar, una mal informada vecina le dijo que todos habíamos muerto; en shock se negaba a creer aquella información, con lágrimas en sus ojos nunca desistió hasta que minutos más tarde le informaron de nuestro paradero y todo lo que habíamos vivido.
Estando en el refugio, veía la silueta de un hombre, sabía que la reconocía, era mi papá; salí corriendo a abrazarlo, él lloraba, yo lloraba, me cargó hasta que llegamos a donde estaba el resto de mi familia y todos nos abrazamos. En aquel entonces las telecomunicaciones estaban caídas y no se podía tener información alguna de nuestros parientes hasta encontrarlos.
Aproximadamente a las once de la mañana veíamos helicópteros militares aterrizar en un famoso hotel de Los Corales, habían iniciado las operaciones de rescate, decidimos ir hasta allá con la esperanza de ser rescatados, lo que no sabíamos era que nos encontraríamos con un camino intransitable lleno de escombros, muertos y el acecho de violadores y asesinos que sacaron provecho de aquella situación tan trágica para cometer sus atroces actos.
Era la una de la tarde cuando logramos colocarnos frente al edificio, pensamos que sería fácil entrar, pero para nuestra sorpresa, la entrada estaba bloqueada y la única manera de ingresar era nadando en el lodo que se había estancado en el estacionamiento. Con miedo a una infección por los raspones que teníamos todos, nos llenamos de valor, nos sumergimos (yo en la espalda de mi papá) y logramos llegar a las escaleras de acceso.
Durante el ascenso de veinte pisos se escuchaban gritos extraños, cosas malas estaban sucediendo en esos pasillos oscuros; no hacíamos caso alguno porque no podíamos perder tiempo en nuestro camino a la terraza. Nos sentimos mal por no haber visto si alguien necesitaba ayuda, pero una vez en el piso 10 nos sentimos afortunados porque las personas que allí se encontraban rumoreaban que en los pisos de abajo estaban robando, violando a las mujeres y asesinando. Esto no solo sucedía en donde nos encontrábamos, se había desatado la anarquía en todo el estado; se rompió el orden de la sociedad, Vargas durante algunas noches se convirtió en tierra de nadie.
Decidimos descansar en una habitación abierta en el piso trece porque las piernas de mi abuela, mi madre y mi tía ya no resistían. Mi papá se quedó en la puerta haciendo guardia, conoció a un grupo de hombres mal intencionados y les mintió diciéndoles que las mujeres dentro del cuarto estaban armadas y apuntando hacia la puerta, cualquier movimiento extraño, sería el detonador de aquel arma imaginaria.
Luego de un rato de descanso decidimos seguir subiendo, ya eran las tres de la tarde cuando llegamos arriba, la cantidad de gente era impresionante, se querían lanzar prácticamente sobre las aeronaves por el desespero y el hambre. Para sorpresa de todo nuestro grupo familiar escuchamos que por la hora, solo permitirían abordar a mujeres y niños. Esa frase aún retumba en mis oídos, significaría separarme de mi padre y del resto de mi familia, pues aunque yo era un niño, sabía lo que estábamos viviendo y no quería salvarme dejando a todos atrás. Durante unos minutos mi abuela habló con mi mamá y le hizo entender que salir de aquel desastre natural y humano, se haría mucho más difícil con un niño y que lo mejor sería separarnos.
No olvidaré jamás como me alejaba de mi padre, los militares nos guiaban y nos apresuraban hasta sentarnos en la nave. Para mi sorpresa, cuando logré calmarme escuché el ladrido de un perro, me asusté y vi a un hombre vestido con chaqueta, gafas negras y dos bolsos gigantes, seguramente llenos de dinero y cosas valiosas, lugar que pudieron haber ocupado mi hermana, mi abuela o todas aquellas madres con sus hijos en brazos que también esperaban a ser rescatadas.
Durante el vuelo solo se veía caos, muerte y destrucción; mi mamá me alejó de la ventana cuando todos vimos un cadáver extendido sobre una piedra gigante. Mi último recuerdo es mi llegada al aeropuerto de Maiquetía, lugar en donde comenzaría otra travesía para llegar hasta Caracas.
En un próximo post, les contaré lo que vivimos para llegar hasta Caracas y las travesías del resto de mi grupo familiar escapando de aquel infierno social en el que se había convertido La Guaira.
Gracias por leer
¿Han vivido algo similar?
Quiero leer sus historias de sobrevivencia, no siempre nos dan dos oportunidades para vivir.
Que triste, y a la vez increíble, es escuchar el relato de un sobreviviente de aquella tragedia que paralizó a Venezuela y que todos seguimos muy de cerca a través de los medios. Me alegra que hayas presenciado un milagro dentro del caos y hoy te encuentres compartiendo tu historia con nosotros. Bendiciones!!
Muchas gracias por tomarse el tiempo de leer una historia tan importante para mi, para mi es un honor escribir estos relatos de mi vida para todos ustedes. Un abrazo grande, bendiciones.
Me conmueve tu relato. Tuve familiares que presenciaron la tragedia de Vargas y no todos sobrevivieron; al leerte pude vivir en carne propia lo que ellos enfrentaron durante ese fatídico deslave. Te sigo leyendo, saludos!!
Agradecido por tus comentarios, una pena por todos aquellos que no lograron salvarse, mis bendiciones para ellos, paz a sus almas. Gracias por leer, saludos.
Excelente manera de relatarlo hermano, lamento que tuvieses que vivir una historia como esa, pero afortunadamente pudiste encontrarte con tu padre a pesar de luego tener que separarse.
Ay amigo y esto es solo un resumen de todo lo que pasamos, mi mamá y yo nos fuimos en helicóptero pero al resto de mi familia le fue peor. Después de la tragedia vi a mi papá el 31 de Diciembre y luego no lo vi sino hasta 6 años después, muchas gracias por leer, te sigo. Bendiciones.
Esperaré el próximo relato, cuidate
Increible historia. Al parecer el Venezolano aun no comprende la fuerza de la naturaleza. Aun hoy dia siguen construyendo en zonas no aptas y en los cauces de los rios.
Así es amigo, las zonas más afectadas fueron aquellas que construyeron sobre el caudal natural de los ríos. En lo que el agua estaba buscando su cause natural, destruyó todo lo que se le atravesaba. Gracias por leer, bendiciones.
Bendiciones para ti.
Una historia muy triste que sigue en la memoria de los venezolanos
Así es, tanto así que todos los 16 de diciembre en mi familia solemos reunirnos y brindar en nombre de todos los caídos y por esta oportunidad de vivir. Muchas gracias por leer, te he seguido, bendiciones.