La ética de la imagen fotográfica: Jaar vs. Salgado y el Genocidio de Rwanda
"You do not take a photograph. You make it." (2013) Escultura de Alfredo Jaar
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Compartiré por estas redes algunas impresiones e ideas germinales que he estado desarrollando como parte de mis investigaciones personales en torno al ámbito de la producción de imágenes en nuestro tiempos actuales. En este caso se trata de una reflexión y análisis acerca de la ética de la imagen fotográfica. Para ello utilizaré como ejemplo un caso de estudio sumamente interesante que involucra la obra de dos artistas visuales: por un lado, el artista conceptual chileno Alfredo Jaar y por otro el fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado. Ambos creadores produjeron una serie de trabajos basados en un mismo suceso, conocido tristemente como la guerra civil y posterior genocidio en Ruanda
¿Pero qué ocurrió en Ruanda?
Explicando el contexto en un párrafo.
(Entendiendo lo difícil que resulta explicar un suceso tan complejo en pocas líneas, haré un breve resumen, basado sobre todo en este artículo, que recomiendo para ampliar la información al respecto.)
Producto de la intervención colonial de los países europeos en el continente africano durante el siglo XIX (quienes literalmente se repartieron los territorios y establecieron fronteras arbitrarias dentro de la misma), el territorio conocido como Ruanda se mantuvo en primer término bajo el dominio Alemán, y luego bajo el dominio Belga una vez finalizada la primera Guerra Mundial y como consecuencia de la firma del Tratado de Versalles. Fue durante este período que la administración de Bélgica impone una clasificación y segregación de las etnias que formaban parte de la nacionalidad Ruandesa, estableciéndola en tres grupos: Hutus, Tutsis y Twas, dándole privilegios y poder político a los Tutsis por sobre las etnias restantes, quienes se convierten entonces en subordinados y mano de obra oprimida por estos. Dicho dominio se mantiene por varias décadas no sin tensiones, hasta que los Hutus reúnen suficiente capital político y logran movilizar a los suyos como para enfrentar y exigir participación y reconocimiento social al poder colonial de Bélgica. Esta lucha conlleva a la caída de la monarquía Tutsi y da paso a la creación de una República en 1961, esta vez gobernada por los Hutus. Aquí arrecia el conflicto, el deseo de revancha entre etnias escala en violencia y ya para 1993 se inician enfrentamientos sumamente sanguinarios, con los Tutsis representados por un Frente Nacional Armado y con el ala radical Hutu determinado a exterminar a todos los Tutsis del territorio. Este conflicto apenas duró cien días, poco más de tres meses y arrojó como cifra escalofriante entre ochocientos mil y un millón de muertos.
Todo esto ocurrió en el año 1994 sin mayores repercusiones mediáticas y con una tardío interés por parte de las Naciones Unidas y la comunidad internacional por "intervenir" en el conflicto. Conocidas son ya las fotografías que hizo Sebastiao Salgado en el lugar del conflicto, imágenes que reflejan la violencia vivida en ese momento, gráficas impactantes, pero a su vez extrañamente bellas, estetizadas y estilizadas por el ojo de este experimentado fotógrafo. A partir de dicha contradicción se plantea la discusión en torno a la pertinencia o no de dichas imágenes. Pues a su vez que testimonian la miseria y violencia de la que es capaz el ser humano, su cuidado acabado, encuadre y manejo virtuoso de los valores, distrae al ojo de lo representado, atrayendo mas bien la mirada hacia los aspectos formales. De ahí que surgen esas imágenes que cualquiera podría describir como terriblemente bellas.
(Advierto al lector de lo fuerte que pueden resultar las fotos que coloco a continuación)
Cacería. Sebastiao Salgado, Rwanda 1994
Esto ha sido visto por muchos artistas y críticos como una explotación simbólica del otro, de los sujetos representados, individuos anónimos, cuerpos sin vida que aparentemente son parte de una puesta en escena para el ojo del fotógrafo.
Sebastiao Salgado, Rwanda 1994
Cabe preguntarse: ¿Hay una honesta intención por mostrar el horror de esta tragedia, para de esa manera conmover a la opinión pública, a Occidente de lo que ocurría? ¿O se trataba más bien de encontrar la imagen perfecta para el portafolio del artista?
Campo de refugiados Rwandeses en Tanzania. Sebastiao Salgado, 1994
Esa delicada tensión entre lo representado y el cómo se lo representa es clave y debe ser tomado en cuenta, es un problema que debe hacerse consciente en las intenciones de aquellos que nos dedicamos a crear y producir imagenes. Sobre todo en nuestro tiempos de hipermediatización, en que vivimos constantemente bombardeados por infinidad de íconos y representaciones visuales de diversa naturaleza, que nos llegan generalmente descontextualizados.
Sin embargo, es posible encontrar maneras más éticas y respetuosas - pero igualmente impactantes - de denunciar situaciones similares a partir de la imagen, y esto lo logra, a mi parecer, Alfredo Jaar, subvirtiendo el estatus mismo del quehacer fotográfico documental y periodístico.
Jaar desarrolló un proyecto de largo aliento basado exclusivamente en este genocidio (Rwanda Project 1994 - 2000) creando numerosas obras e instalaciones, en donde se cuidó de mostrar la violencia de forma gráfica o explícita, a pesar de que también estuvo en el lugar y tomó cientos de fotografías de todo lo ocurrido. En su lugar decidió no mostrar las fotos, sino generar estrategias que involucraran e interrogaran nuestra mirada pasiva ante estos hechos.
Real Pictures (1995) En esta instalación Jaar solo muestra descripciones escritas de lo que hay en cada fotografía que supuestamente debía ser expuesta en la sala
De toda su producción, me interesa para este caso, comentar brevemente la instalación titulada: Los Ojos de Gutete Emerita (1996). Empezando porque ya desde el título, literalmente le da nombre al sujeto representado, algo que reclamaba la propia Susan Sontag de las imágenes de Salgado. Al tener un nombre sabemos entonces que hay una historia detrás de ese sujeto, un jóven Tutsi de 30 años que presenció la masacre de toda su familia en una iglesia donde trataban de protegerse de los comandos Hutus de exterminio durante el conflicto, Gutete Emerita milagrosamente logró escapar con su hija, y Jaar pudo conocerlo y escuchar su historia.
En la instalación "Los ojos de Gutete Emerita" (1996) Jaar dispone una mesa de luz con un millón de diapositivas esparcidas encima (la cantidad aproximada de muertes violentas durante el conflicto), diapositivas que solo reproducen un primer plano de la mirada de este sobreviviente.
Como si se tratara de una mesa de disección, los espectadores examinan los ojos del testigo de tanta violencia, ojos que nos atrapan y que buscan involucrarnos en lo que él vivió, buscando la identificación y empatía de nuestra parte, mas que la contemplación del horror o de la "belleza del horror" que plantea la mirada de Salgado.
En lugar de la mirada autoral, ¿Qué nos dice la mirada - testigo del horror provocado por los humanos?
https://www.youtube.com/paulbegley34
@miguelguacamaya2 hermano la partiste mijoc, qué bueno tener alguien con quien compartir en este espacio con tan gran consciencia social y de clase y que comprende el potencial del arte contemporáneo de verdad verdaita. Gracias por esta cátedra abierta y decolonial, siempre pendiente de tu contenido. Abrazos
Muchas gracias pana, de igual manera estaré pendiente de tus nuevos contenidos. ¡Abrazo libertario!
Ciertamente cómo aportar un arte que sea capaz de ser reflexivo y no un fetiche o una estetización de la violencia humana a través de la mediación del arte. Claro la fotografía genera muchos conflictos por su cercanía a una aparente realidad, pero por ejemplo la pintura en tiempos específicos también se ha valido de esto. La cosa es que más allá de esos artista que estaban permeados por una forma e inclusive una filosofia según su contexto, hoy nos queda esta generación pensarnos en que otras posibiladas hay de mediación con el arte, entendiendo que es un circuito que también tiene históricamente un papel politico y económico. Saludos