El espectro.

Desde lo alto de un rascacielos abandonado se encontraba aquella figura, una sombra que se escondía en la oscuridad. La luna había sido testigo de sus acciones, cuestionables para algunos pero para otros eran el reflejo de inigualable acto de valor y justicia.

En una ciudad fría y abandonada por la decadencia, sus habitantes luchaban a diario para sobrevivir sobre una anarquía. La delincuencia había causado estragos por doquier, hasta que surgió de la nada aquel espectro lúgubre y escalofriante.

Más de uno de estos mal hechores recibieron su merecido tras cometer actos brutales sobre inocentes personas, uno de ellos fue Bill Lugo, un ex convicto que perdió su pierna derecha por completo tras ser encontrado intentando violar a una pequeña joven.

Lo hallaron ensangrentado en la comisaría con un cartel en el pecho, después de superar el trauma psicológico que le ocasionó tal daño podía recibir la visita de su abogado, claro, mandado por el estado.

─Buenas tardes señor Lugo ─le comentó─. Seré su abogado en el caso de intento de violación contra la señorita Colmenares, me llamo Augusto Franco ¿Está consciente de que usted fue reconocido por la demandante?

El acusado no quería hablar, estaba allí petrificado sentado en la mesa fijando su vista hacia la nada, haciendo círculos con su mano, jugando con la taza de café que tenía. Bill Lugo no estaba del todo bien tanto física como mentalmente.

─Dígame señor Lugo ¿Cómo ocurrió lo de su pierna?

Bill seguía con la misma acción, esta vez de sus ojos brotaban lágrimas que a medida que transcurrían los segundos se hacían más intensos. El señor Franco se había levantado de su silla y empezaba a recorrer aquella pequeña sala iluminada por una lámpara tenue. En eso Lugo respiró profundamente y pudo pronunciar unas titubeantes palabras.

─Soy un hombre malo, he robado, asesinado y quise violar a aquella chica... el espectro me atacó desde el edificio, sacó una espada ¡Si! Una espada y...

Las lágrimas interrumpieron lo que Bill quería decir El abogado le dio una palmada a la espalda, en eso el bombillo de la lámpara se había apagado y un susurro al oído del acusado se escuchó:

─No lo volverás a hacer más.

Cuando la luz volvió a encenderse, el abogado ya no estaba allí. Bill se encontraba sentado con su rostro pálido y temblando de miedo.

Se escucharon las sirenas de la policía en el departamento. Algo fue visto desde lo alto de un rascacielos.