Destinados o no a estar juntos.
Hay ciertas cuestiones que marcan la existencia del ser humano, y el simple hecho de hacerlo es la cultura, la sociedad y la época la cual va enlazada en la creencia del destino, pero, ¿en el amor? A los que mucho le tememos pero que al final nunca nos libramos de sentirlo.
A pesar de todas las decepciones y fracaso que llevamos en la vida, aun nos gusta saber que las situaciones que pasamos no son simple casualidad, sino que de alguna manera estaban destinada a ocurrir, que en algún libro de nuestras vidas estaban escrita y aún más si de amor se trata.
Los fracasos, nos llevan a pensar en que fallamos, en que hicimos mal, y nos comenzamos a preguntar ¿Qué hubiese ocurrido si no aceptaba ir a esa fiesta? ¿Por qué justo apareciste en ese momento de mi vida? ¿Por qué acepte tu invitación a cenar? Todas esas interrogantes que no tienen respuesta se vuelven en arrepentimiento y rencor las cuales vamos almacenando en nuestra mente, alimentando desconfianza y dejando de creer que el amor verdadero no existe, que no son medias naranjas, sino enteras.
El poder de la mente es inexplicable, porque aun así, seguimos pensando que esa persona elegida para pasar el resto de la vida juntos, no fue elegida al azar y que si a nuestras vidas llego ha sido por algo, y comenzamos a pensar en esas ideas románticas que nos cuenta tanto abandonar a pesar de cada fracaso o error cometido.
La fuerza del destino.
Esta fuerza es la que realmente usamos para justificar nuestros actos, es aquí donde queremos explicar lo inexplicable argumentando que los que nos pasó, estaba destinado a suceder, culpando a esa fuerza ancestral de lo que nosotros mismo hubiésemos podido evitar.
Culpar al destino, es el argumento más común y el más usado al momento de exculparnos de ese deseo o amor prohibido que llego a nuestras vidas, es más fácil decir o pensar que lo hicimos porque estaba destinado a ser así, que asumir que fue porque nosotros realmente quisimos que fuera así. Todos los amores son historias que contar a nuestros hijos y nietos, aunque nadie aprende a caminar con los errores de otros, siempre queremos prevenir a los nuestros de dolores y tristezas amorosas.
Las experiencias amorosas vividas, son solo eso, EXPERIENCIAS, no son errores, no son fracasos, porque pensar en culpar al destino de conocer a esa persona, fuimos nosotros mismo quienes cedimos al deseo de vivir y experimentar esa aventura, que seguramente no todo habrá sido malo y que lo bueno se disfrutó en su momento. Asumir que la decisión de vivir intensamente arriesgándonos que a lo largo del camino podemos conseguir espinas, es de valiente y héroes sobrevivientes del desamor.
Las grandes historias de amor la encontramos en la pantalla grande o dentro de una librería de la mano de un (a) excelente escritor(a), así que lo que para nosotros es un simple destino, para ellos son historias y libretos. Gracias a ellos soñamos siempre que a la puerta de nuestras casas, llegara un foráneo, pidiendo ayuda por pura casualidad y lo haremos el amor de nuestras vidas, con un “seremos felices para siempre”
El amor no solo depende de que el destino nos una, sino que somos nosotros y nuestras decisiones los que realmente sentenciamos los amores a ser o no ser. En el amor como en la vida, hay que vivirlo y sentirlo como si fuera el último segundo, sin pensar que tiene planeado el destino para nosotros, sin pensar que pasara mañana, solo debemos vivirlo y disfrutarlo al máximo.
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