Malabares de amantes
A mi diestra, Dios abre
su pupila atento de ver
como juego malabares,
encendidas esferas de
fuego sobre la planicie
callada de unos besos, ajenos;
a solas en el campo de batalla
cabalgas, me guías hacia la
muralla de una cama, despacio;
las sombras serán testigos,
hasta que un dedo apague la
luz que se atreve a juzgarnos,
entonces allí, entenderás,
que no existe pecado, cuando
en mis manos vayas al cielo
y olvides con ello, hasta la vida.
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