Plástica reflexión sobre amores de cemento (parte 2; final)

in #spanish7 years ago (edited)

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(Imagen libre de derechos de autor: pixelbay.com)



(Continuación)


Luisa-. Cigarrillo. 

Juan-. Cigarrillo. 

Luisa-. Una piensa realmente en lo que le toca vivir todos los días y se pregunta, cuando hay un chance porque por lo generalmente no hay, si vale la pena todo esto. Pienso mil veces en el amor porque no encuentro otra mejor manera de entendernos. Si uno ve cómo la gente ha ido, como dicen, decantando la evolución emocional y ética, a diferencia de la tecnológica… 

Juan-. Son cosas distintas. 

Luisa-. No, claro. Pero son cosas distintas hechas por la misma especie. 

Juan-. Y los comensales se encontraron de pronto solitarios. Hartos ya de la comelona, viendo estupefactos el desorden del festín, pronto entraron en la volatilidad del hambre y viéndose a los lados se encontraron con ellos mismos.  

Luisa-. ¿Quién escribió eso? 

Juan-. No sé. Alguien. 

Luisa-. No es que yo haya sido puta ni nada, pero veo lo que viven muchachas de mi edad y no comprendo. Y todo parece una máscara encima de otra máscara. Y viven tal cual las protagonistas de las novelas que ven en la televisión y dicen que buscan exactamente un hombre que las comprenda, que las consienta, que las libre de todo mal y necesidades, pero una vez que lo consiguen se transforman en unas niguas sin cerebro que lo que hacen es hablar mal del marido y no desperdician ni un instante en montarle un cacho con el primer bolsa que les de el chance. No entiendo a mi papá, que supuestamente me quiere y me deja aquí pa que me crie la porquería de vieja esta que lo único bueno que ha hecho en su vida es un especillado de cazón que le queda de un bueno… pero de resto. Yo con miedo de entrar. Si no entro en la casa no puedo salir, y si salgo qué voy a hacer allá afuera. Limpia, fea y desarreglada. Ando como la propia cenicienta pero sin hada madrina. O sea que ni me molesto. 

Juan-. El amor es algo raro. Ciertamente creo que si nos amaramos de verdad, así como usted dice, sin necesidad de tanto adorno, el mundo se arreglaría. Pero creo que el problema es que no hay algo distintivo que permita entender el asunto como realmente es. 

Luisa-. Mi papá me decía algo sobre eso. Yo cuando chiquita tenía una matica de mandarina, que a la final la vieja desgraciada de mi abuela me la botó porque y que no quería estar recogiendo mandarinas ni que los vecinos la estuvieran molestando pidiéndole. Total que él me dijo que el amor era como la matica. Había que hablarle, regarla, echarle que si el abonito de vez en cuando para que creciera fuerte, sembrarla en un lugar adecuado donde le diera el sol… 

Juan-. Como la lechosa de mi papá.  

Luisa-. Lechosa, mango. Es la misma vaina. 

Juan-. El amor como un ser vivo. Suena hasta interesante.  

Luisa-. Yo estaba pensando en algo y se me fue la onda… 

Juan-. ¡No lo leí! Era una reinterpretación de un diálogo, aunque en este caso era un monólogo de la película La Dama de Shangai de Orson Welles. 

Luisa-. ¡Ajá! La putería. Pienso yo que como hay tantas muchachas reprimidas, no porque no las dejen sino porque no saben cómo expresarse, vienen y utilizan el cuerpo para ubicarse socialmente. Digo yo, aquí pensando pistoladas (Pausa). ¿Qué película dice que dijo de qué? No entiendo. 

Juan-. Lo de los comensales. Pensé que lo había leído pero no (Pausa). No sé. He conocido también mujeres con esa mentalidad que se topan de repente con un hombre bueno, como lo era mi cuñado. No sé si es que con tanta basura que consumimos hoy en día piensan que un rancho es un castillo, que preñarse del primer guevón es igual a liberarse de la prisión de los padres – sobre todo de las madres – que es la prisión de la lengua, del ser por encima del supuesto deber ser. Entonces se meten en un rollo por hacerse mujer, como si traer un niño al mundo fuera como prender un interruptor y listo, ¡ya eres mujer!  

Luisa-. Entonces crece el cultivo de la superficie. Empiezan a caminar todas mamarrachas como si vivieran en una pasarela permanente. 

Juan-. Pero no eres mujer un carajo. Vienes y te topas con un hombre bueno, que los hay, y entonces si no te grita, si no te ordena que le laves la ropa, si no la sometes, entonces el tipo es tremenda parcha y le pierden el respeto. 

Luisa-. El amor y la cobardía de los hombres. De no ser como son sino llevarse en lo fácil que es treparse en el sacrosanto manifiesto del macho. No pueden hilar una idea sin la cerveza. 

Juan-. Los hombres tienen miedo de no ser hombres. O por lo menos que no los vean como hombres. Porque ser hombre es ambiguo. El amor tiende a morir por la inseguridad. 

Luisa-. Por eso es un ser vivo. 

Juan-. ¿Quién? ¿El amor? 

Luisa-. Como la matica de mandarina. Nace por no sé, por el rabillo del ojo, por la palabra, el olor. No sé. No sé. 

Juan-. Crece, se desarrolla, se reproduce y puede morir. 

Luisa-. Por el cuchillo que baja. 

Juan-. Porque las telenovelas no entienden de conciliación sino de la multiplicación del conflicto. 

Luisa-. Y hablar es tedioso y complicado. Y reflejarte como eres ante el otro es debilidad. 

Juan-. Y los cobardes que pisotean lo honesto de tu expresión. 

Luisa-. Y mi abuela que no me entiende porque es una vieja burra que nunca la dejaron ser más de lo que es por ser mujer. 

Juan-. Y mi hermana bajando el cuchillo. 

Luisa-. Y el cuchillo metiéndose y llegando casi al corazón. 

Juan-. Y la turbia mirada de los presentes. 

Luisa-. Y ella cerrando los ojos. 

Juan-. Y la sangre saliendo. 

Luisa-. Y los sembradores de ideas erróneas sorprendidos por la locura. 

Juan-. Felices tal vez en su miseria. 

Luisa-. El egoísmo humano. 

Juan-. Y mi sobrina sin padre y sin madre. 

Luisa-. La aldea huérfana. 

Juan-. La imposición de lo formal por encima de una justicia inocua, imposible para los tribunales. 

Luisa-. Y hablar por la catarsis. Y los muros del tiempo. Y las casas cerradas por el aura y encerrados nosotros en nuestro respectivo patio resolviendo el mundo inútilmente. 

Juan-. Pura pérdida de tiempo. 

Luisa-. El amor tan blando, permeable al principio. Tan seco y duro a la salida. 

Juan-. Como un cuchillo cayendo desde arriba. 


Juan se sienta en su silla. Luisa hace lo propio con la cesta. 


Luisa-. Vecino… 

Juan-. Dígame. 

Luisa-. ¿Cómo dijo que se llama la película? 

Juan-. La Dama de Shangai. 

Luisa-. Será que la tiene y me la presta. 

Juan-. Se la presté a mi cuñado Félix. ¡Qué detallazo! 

Luisa-. Bueno. No importa. Después de todo no creo que me la dejen ver aquí. 

Juan-. Ellos que tanto se querían vieron en la condición del amor incalculable, que como no tenía precio, no valía nada. 

Luisa-. Tanto sometimiento aburre ¿sabe? 

Juan-. Me lo dice o me lo pregunta. 

Luisa-. Pobrecita. 

Juan-. Pobrecita quién… 

Luisa-. La hermana suya vecino. No sé cómo una puede llegar a confundirse tanto. Debe estar remordiéndose la conciencia. 

Juan-. Eso también va dentro del paquete de la guerra que tenemos en la casa. Evitar que haga una locura.  

Luisa-. ¿Y la niña? 

Juan-. (Automático) Bien gracias. 


Pausa. 


Luisa-. Y me disculpa lo cursi, pero si lo que hemos estado hablando es cierto ¿dónde habrá quedado ese amor que se tenían el uno al otro? Digo, su hermana y su cuñado. 

Juan-. No sé. No creo tener estómago para hablar de eso. 

Luisa-. ¡Ay! Discúlpeme. Yo siempre de pendeja metiendo la pata… 

Juan-. No vale. Tranquila… 

Luisa-. …por eso es que la abuela mía vive mandándome a callar… 

Juan-. …era parte del cadáver exquisito que hicimos aquí. 

Luisa-. …Ella dice que esa mala maña la heredé de mi mamá. Bien safrisca.   


Pausa. 


Juan-. Y entonces ¿qué es el amor? 

Luisa-. No sé ni me interesa. Cuando llegue le aviso. 

Juan-. Ok. 


Pausa. 


Luisa-. Juan. 


Pausa. 


Luisa-. Juan. 

Juan-. Sí. Dime. ¿Qué pasó? 

Luisa-. Será que tú me haces un gran favor y me sacas de este infierno. 


Pausa larga. 


Luisa-. Discúlpeme vecino nuevamente. Qué pena (llora discretamente). Déjeme que voy a sacar la ropa de la lavadora para guindarla. Así no lo fastidio… 

Juan-. ¿Sabe lo que en el fondo significa lo que me acabas de proponer? 

Luisa-. ¿Que soy una gafa? 

Juan-. No vale (ríe). Por favor. Quédate tranquila que todo sigue siendo parte del juego. (Pausa) ¿Estás llorando? 

Luisa-. Ya no. Lloré un poquito por mongólica pero ya se me pasó. 

Juan-. (Ríe). Piensa un poquito. Si me pides que te saque del infierno, qué puede significar eso. ¿Qué se puede sacar de un infierno sino es una diabla? 

Luisa-. (Pausa. Pensativa) Me voy entonces. (Digna) Usted se lo pierde. (Sale de escena) 

Juan-. (Ríe) ¡Ok! (Pausa) ¡Era echando vaina! 

Luisa-. (Desde el fondo) ¡Así se empieza! 

Juan-. ¡Chao! 

Luisa-. ¡Chao!  

Juan-. (Para sí) Así se siembran las vainas. 

Luisa-. ¿Qué? 

Juan-. ¡Nada! ¡Aquí hablando solo! 

Luisa-. (Ríe) Qué loco.   


TELÓN  

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