Carta a los hermanos de Rio Linda - 6 de una serie de 12 posts sobre el tema
El tercer acto del drama del Plan de Salvación de Dios es la redención.
Notas generales:
A manera de Visión General, todo el viejo testamento es catequesis de Dios a los humanos. Los prepara para la plenitud de los tiempos. Todo el desarrollo del Viejo y Nuevo Testamento está y es en función al Plan de Salvación, en función al Misterio de Cristo. Podemos afirmar hermanos que todo el Viejo Testamento es preparación para el Mesías y a la vez preparación para María. Dicho de otra manera, la preparación de un hombre y una mujer (Cristo y María) que estén en las mismas condiciones que estuvieron Adán y Eva para que luego de esa preparación, tengan la oportunidad de usar su libre albedrío para la obediencia desde el amor y no para la desobediencia desde el temor. A propósito de la insistencia en el asunto del temor, ¿se han fijado hermanos que lo primero que dicen los enviados de Dios – los ángeles- o el mismo Dios, v.g. Jesús, cuando hay un encuentro entre lo espiritual y los humanos es alguna versión de ¡ No temas!?
A través de todo el Viejo testamentos hay una serie de “Tipos” (son considerados como "Sombra" o anticipo de lo que había de venir en el Nuevo Testamento) de Jesús y de María. Moisés y los profetas van anunciando durante todo el Viejo Testamento a este hombre y a esta mujer.
Todavía dentro de la Visión General, hay que recordar que la voluntad de Dios es que “todos se salven” (1ª Timoteo 2,1-8; 2ª Pedro 3,9) y que todo se salve (Noé – arco iris).
Hay muchas maneras de acercarse a la catequesis preparatoria de Dios en el Viejo testamento, en lo personal hermanos y compañeros en la fe, la forma que me parece más medular es el que ve al V. Testamento como una serie de alianzas hasta llegar a la Eucaristía en el Nuevo Testamento, que es la Nueva y Eterna Alianza.
Dentro del desarrollo del Plan de Dios, las alianzas se pactan para ir formando la familia de Dios. Estas van desde el individuo (ejercicio inmediato de la libertad) hasta el Universo – expresión de libertad colectiva). Hay 5 alianzas en el Viejo Testamento y una en el Nuevo Testamento. La primera alianza fue la pactada con el primer Adán y la última, nueva y eterna pactada con el postrer Adán (Jesús). Las primeras 5 son violentadas por Adán y su descendencia, por el ser humano y la última, pactada con Jesús, verdadero Dios y a la vez verdadero humano, es decir humano como lo visualizó Dios desde su propósito para el primer Adán, perfecto, sin manchas, sin pecado, libre, no esclavo.
Estas son las alianzas:
Con Adán (Gén 1,26-2,3). No es tan obvia, pues no aparece la palabra alianza. La alianza toma la forma de una familia de esposo y esposa. (Esto tiene grandes implicaciones para el entendimiento del matrimonio como sacramento, pero este aspecto no es tema de esta carta).
Con Noé (Gen 9,8-17). Se pacta con toda la humanidad. Toma la forma de familia extendida e incluye el cosmos.
Con Abraham (Gen 12,1-3; 17,1-14; 22,16-18) Toma la forma de una tribu, grupo de familias.
Con Moisés (Ex 19,5-6; 3,4-10; 6,7). La familia se convierte en una nación santa.
Con David (2 Samuel 7,8-19), la familia de Dios se convierte en Imperio Real, en Reino Nacional.
Y finalmente con Jesús (Mateo 26,28; 16,17-19). Alianza nueva y eterna. Alianza universal o católica y cósmica. Todo y todos somos uno en Cristo. La familia pasa a ser una con Cristo, pasa a ser su Iglesia a la que se le conoce como el Cuerpo de Cristo y es universal, es decir católica, con acceso al Interior de la Trinidad, ¡pasamos a ser, a convertirnos en una familia eterna a través de la Eucaristía, que es por Misterio de Dios, Cristo mismo! Los profetas anunciaron esta alianza: Jeremías 31,31-33; y su signo es la eucaristía. 'El Señor preparará en este monte manjares suculentos... Isaías 25,6.
Mis queridos hermanos de Rio linda, regresemos por un momento al Viejo Testamento y consideremos algunas de las raíces que luego brotarán en el Nuevo Testamento hasta hacerse como un árbol, El Árbol de la Vida, del que pende el fruto para la vida, el cuerpo de Jesús. Y ese fruto que es Jesús, tenemos que comerlo para que se dé la consumación de la alianza a nivel individual. Así como Adán y Eva comieron del fruto del Árbol para su muerte, así nosotros tenemos que comer del fruto que pende de la cruz, pero para nuestra salvación, es decir, participar de la eucaristía (Ver Capítulo 6, Evangelio de San Juan). Utilizando su cuerpo nuestros primeros padres consumaron el acto de desobediencia, con su cuerpo Jesús, el Postrer Adán ofrece su sacrificio propiciatorio y con nuestro cuerpo Cristo nos manda a que consumemos el acto de nuestra obediencia, como está consignado en todo el capítulo 6 del Evangelio de San Juan. Cada vez que comulgamos, neutralizamos la acción de Adán y Eva comiendo el fruto del Plan de Dios, de la voluntad de Dios para nuestro eterno bien, que es la ofrenda de su hijo que pende de la cruz y que se ha quedado sacramentado en la eucaristía para nosotros.
Nota: este es el 6to. de una serie de 12 posts sobre el tema, continuará...