JUAN, TE ENCOMIENDO CUIDAR MIS JARDINES .
Juan Augusto se levantó esa mañana y una gran preocupación lo embargaba, miró su nevera vacía y pensó en sus dos hijos aún muy pequeños durmiendo y a su fiel esposa, compañera de muchos años, mujer guerrera y valiente también profundamente dormida. Vivían cerca de una gran urbanización llena de increíbles mansiones adornadas de inmensos y exóticos jardines donde había derroche de dinero por todos lados y nuestro amigo pensaba que injusto podía ser la vida donde muchos tenían de todo y otros como él que ni siquiera había probado un cafecito mañanero que era la gasolina del cuerpo para arrancar bien el día.
Pero, Juan en medio de su desesperación de que le iba a dar de comer a su familia se acordó de un amigo, el que nunca le había fallado y se encomendó a él.
Por un rato, conversó con su amigo abriéndole su corazón y pidiéndole auxilio en medio de aquel abismo. Solicitó de su gran amigo que lo ayudara y que le indicara el camino a seguir para salir de su gran tribulación y de poder llenar su nevera ese día de alimentos para los suyos, pero de seguro su amigo estaba un poco sentido ya que tenía tiempo sin acordarse de él.
De repente, ya parado en en su pequeño jardín y sin saber todavía que hacer, vio de repente algo tirado a la salida de su humilde casa, extrañado se acercó y se trataba de una tijera muy nueva para podar matas, Juan la recogió y se le ocurrió guardarla y esperar por su dueño pero también se le ocurrió otra cosa; por que no darle uso y levantando su vista vio los jardines de sus opulentos vecinos y decidió que con la extraña y milagrosa tijera podía devolverles la vida a aquellos terrenos de bellos rosales y flores exuberantes.
Todos los vecinos millonarios de Juan estaban alegres ye que sus lujosos jardines estaban muy bien cuidados por aquel hombre que tampoco sabía de donde le había salido tanta experiencia como jardinero, tampoco sabía como de su ignorancia salían recetas medicinales para curar de plaga y parásitos aquellas plantas y toda esa magia al parecer salía de aquella peculiar tijera que hasta el momento no le aparecía dueño pero quizás su gran amigo decidió que fuera para él para que más su nevera volviera a estar vacía.