amor a primera vista parte III
Amor a primera vista parte III
Llegó el día martes y José tomo el transporte que cotidianamente le llevaba a su lugar de trabajo, una hora antes de lo acostumbrado. Así que se presentó en la obra más temprano que nunca.
Esta vez el saludo del ingeniero jefe, estuvo acompañado de una amplia sonrisa. El choque de manos fue más solido, y en un gesto de agradecimiento y complacencia le recomendó:
Lo felicito ingeniero. Pero recuerde que aquellos que practican el ausentismo laboral, también en un futuro pueden estar en la lista de los desempleados.
José no supo calificar lo dicho por su jefe.
¿Fue un concejo? ¿Una advertencia? ¿Una amenaza? ─Se preguntó internamente, espero que sea lo primero.
Se quedó pensativo y se dijo: que grato es portarse bien en nombre de Rosa.
José trabajaba sin descuidar el reloj, pues estaba muy pendiente que este marcara la hora diez para llamarla. Esta vez la llamó a las diez en punto y estuvo muy bien pues Rosa ya estaba inquieta esperando la llamada.
Buenos días señorita le llamo para recordarle que usted tiene una cita para almorzar con el señor Ruiz. Sugiera usted el lugar y las condiciones por favor.
Buenos días mensajero dígale al señor Ruiz que la cita del almuerzo fue cancelada y transferida para las siete de la noche y le dio la dirección.
Bonita e inteligente, pesó José.
Con mucho gusto le daré el mensaje al Señor, Ruiz, le agradará mucho, el cambio de horario. Seré puntual. Usted me enseño a serlo.
Todo había sido planificado y José lo sabía. Eso le hizo sentirse importante.
Rosa quiere pasar más tiempo conmigo ─meditó con alegría─ le extrañaba que una mujer tan hermosa, no tuviera novio o esposo. Lo justificó, el sabía que los hombres le temen a las mujeres bonitas. Pero el era la excepción. Y se prometió conquistarla. Pensando en ella, la llenó de atributos, valores y principios: es bonita inteligente, noble, honesta, fiel e inocente. Se prometió amarla y protegerla hasta el último día de su vida.
Si Rosa supiera de los virtuosos pensamientos de José, seguro que lloraría de alegría.
¡Resultó! Rosa, ─casi gritó de felicidad y dirigiéndose a su amiga Jaqueline, le dijo: cenaremos esta noche.
Jaqueline, se levantó de su asiento y fue hasta el escritorio de Rosa, la tomó por sus hombros y la agitó suavemente:
Estoy contigo ─le dijo─ soy tu cómplice y amiga, cuenta conmigo.
Rosa sintió que en Jaqueline había una persona que sinceramente y sin ningún egoísmo, compartía con ella sus alegrías.
Contó las horas nueve en total. Un cuadrado reloj de pared se convirtió en su verdugo, le parecía que estaba dañado, según veía las agujas marcadoras de horas no avanzaban, permanecían estáticas, como cualquier angulo pintado en la pared.
Rosa muy pensativa se dijo:
Esta noche por fin se terminaran los ociosos comentarios, dichos por mis conocidos y amigos: tan bonita y no tiene novio, lo está guardando pa. Los gusanos. Broma tras broma, piropo tras piropo, se los conocía todos. Desde los más delicados hasta los más morbosos. Pero hoy todo cambiará me voy a presentar con un verdadero acompañante: un hombre con una figura digna de una escultura griega dedicada a la belleza masculina. Creo que estoy exagerando un poco ─pensó con satisfacción─ haremos una armoniosa pareja y seremos tema de conversación y la envidia de las mujeres presentes ─lo pensó apartando la modestia que le caracterizaba.
Gracias José ─lo dijo en voz baja─ hoy cambiarás mi vida para bien, estoy segura ─lo que no había sentido en sus veintitrés años de vida, estaba sucediendo en tan pocas horas. Pero igual no sentía ningún temor, por el contrario, estaba llena de una seguridad y valor poco común en ella y ese valor tenía un motivo y un nombre “José”
La cita era para las siete de la noche pero los deseos de verse eran urgentes y sin ningún acuerdo previo. Así que, ambos se presentaron media hora antes.
Un suave contacto de manos, un beso en la mejilla, envueltos en amplias sonrisas ─fue el saludo─ y sin soltarle la mano lo llevó hasta la mesa de donde se dominaba panorámicamente todo el lugar. Sentados en ese sitio serían vistos por todos.
José se sintió alagado y confiado, la conducta pública de Rosa era garantía de que no tenía compromiso romántico alguno.
Pidieron, comían y charlaban.
Vivo con mi madre soy única hija ─le contó─ sabía que José quería saber todo sobre ella. Historias como esa la convertían en una chica sin problemas y casi desamparada, sedienta de protección justo lo que José quería: conquistarla amarla y protegerla.
¿Donde vives? ─preguntó José.
Quiere saberlo todo y yo quiero contárselo ─pensó Rosa.
En un pequeño apartamento de dos habitaciones clase media, zona central: nevera, cuadros baratos en la pared. Televisor con video, juego de muebles comprados a cuotas, pero ya están totalmente pagados.
Y tu habitación como es? José no paraba de preguntar y Rosa de responder. Rosa entendió que José preguntaba por su cama.
Duermo en una cama matrimonial, que no cumple su cometido ─Rosa no pudo evitar sonrojarse.
A José le gustó tanto la respuesta que rió a carcajada.
Rosa sintió que el sonido de esa risa se le grababa en su mente de tal manera que ya no podría vivir sin oírlo.
Le haré cosquillas si es necesario porque tendrá que reír para mi o moriré por inanición auditiva.
Rosa había respondido con tanta elocuencia y sinceridad que José sintió el compromiso de corresponder de igual modo.
Te toca le dijo ella atrevidamente ─de nuevo la sonora y agradable risa de José.
En la botella de vino solo quedaba un vaso.
José advirtió, que Rosa era muy débil tomando licor.
Pero no me aprovecharé de su condición y la situación ─recordó que se había prometido protegerla.
No esperó preguntas y sr soltó a hablar. Ella sabía que vivía solo por lo tanto obviaría esa parte.
El mesero se acercó una vez más. La gente del restaurante la querían y disfrutaban de la escena. Rosa estaba a punto de gritarles:
¡Lo logré! ¡Brinden conmigo!
Somos colegas ─comentó José.
Rosa esperó a que continuara.
También soy único hijo.
Charlaron un hora más y a cada minuto que pasaba se sentían más compenetrados y encariñados. Pero llegó la hora de decirse hasta mañana.
Con gran pesar Rosa sugirió retirarse.
Estoy de acuerdo, tu mamá estará preocupada.
Si aunque le hice saber que saldría contigo.
Detendré un taxi ─sugirió José.
El beso de despedida casi rozó sus labios.
José se quedó mirando el taxi que se alejaba con su ser querido.
Otras citas más y a la decima cita, hicieron el amor.
Tres meses más tarde en una modesta boda se casaron. Rosa estaba embarazada.
Fin de amor a primera vista.
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