NO ERA LO QUE QUERIA, ERA LO QUE CORRESPONDIA
NO ERA LO QUE QUERÍA, ERA LO QUE CORRESPONDÍA
Estaba muy pequeña y vivía en un ranchito que para llegar a él había que subir muchas escaleras, muchas, parecía infinito su recorrido. Me cuenta mi madre que esto era por lo menos, mejor que vivir alquilado en una casa muy grande dividida en muchos cuartos muy pequeños, donde a cada uno correspondía una familia. Fue entonces cuando una de sus vecinas que estaba en las mismas condiciones la invitó a buscar un terreno en un lugar cercano, bueno, relativamente cercano. Habia que tomar un autobus hasta cierto sitio y luego hacer una caminata de por lo menos media hora o cuarenta minutos.
Un político que estaba en campaña para el momento, regalaba terrenos para dar ayuda a tan grandes necesidades. Luego a mi padre le gustó la idea y gestionó el material para construir. Ahhh! también daban material de construcción. Una buena estrategia de propaganda para ganar elecciones. Le dieron a mi padre muchas tablas y el cemento necesario para el piso. Vivíamos pues, en un rancho de madera. Me gustaba porque cuando estábamos dentro, podíamos mirar hacia afuera por entre tabla y tabla. Del lado afuera había una canal de cemento justo al lado de los escalones, construida con el fin de que corrieran por ahí las aguas de la lluvia. Era nuestro tobogán, mientras nuestros padres no nos veían. Por la parte de atrás, cerca de unos vecinos, nos quedaba el cerro desmoronado que llegaba hasta la carretera. Era divertido jugar allí. Los más grandes nos enseñaron que con una caja de cartón podíamos llegar muy abajo. Como era muy largo el trecho, llegábamos hasta cierto sitio y de allí a escalar para llegar a la cima de nuevo y mucho más rápido cuando calculábamos que nuestra madre se podía dar cuenta de nuestra ausencia.
Nuestras caras, nuestras ropas y nuestras manos nos delataban.
Me gustaba visitar a unos compadres de mis papás porque había que pasar temerosamente a través de un puente inventado por ellos sin pasamanos y con barrancos a los lados. Es que a ellos les tocó un espacio el cual era de difícil acceso. Luego subíamos unos escalones de tierra que se ponían resbalosos en tiempo de lluvia. Me daba miedo pero para poder visitarlos debíamos hacer esa travesía. ¡Qué emoción! Llegábamos a un lugar donde la misma familia compartía pero cada uno tenía su rancho que parecían cuevas ya que el mismo cerro servía de paredes. Me gustaba ver eso. Los niños tenían una gran panza, y sus ombligos raros. No podíamos tardar tanto tiempo allí. Debíamos regresar a casa y pasar por los mismos peligros. Yo pasaba como se dice "en cuatro patas". Me daba mucho miedo. Y estaba muy pequeña por lo que debía tener más cuidado.
Esto fue en los años cincuenta. Y a manera de información formábamos parte de los fundadores del lugar. Y lo mejor era que desde donde vivíamos podíamos observar algunos lugares hermosos, pues estábamos viviendo en la capital de mi país. o al menos muy cerca.
Aún, no sé completamente, lo que pasó, sólo sabía que era una niña con una gran familia. Y lo poco que me contaron mis padres de que no eran de esa ciudad y se refugiaron en ella para empezar a vivir "Cómo Dios Manda" y por supuesto mejorar la situación. Sin contar que mi hermano mayor nació en otro lugar cuando empezaron la aventura en la búsqueda de ese sueño de realizar sus vidas.
Éramos, mis padres y mis hermanos, me gustaba porque fuimos muchos, para el momento ocho hermanos en total más ese primer hermano que mi padre nos enseñó a querer y que era fruto de una señora y de él con otra historia y en un tiempo antes de conocer a mi madre. Más, no puedo dejar de contar que los vecinos eran nuestra familia y a la que debíamos respeto igual que en nuestro núcleo familiar. Donde todos eran compadres, amigos, amigas y todo lo compartían. Y se apoyaban los unos a los otros.
Fue de esta enorme familia de vecinos que también tuvimos otro hermano, quien lleva por nombre José David.
Una gran familia, muy numerosa y muy unida.
Como cosa curiosa. En una oportunidad pregunté a mi madre el origen de cada uno de nuestros nombres y me contó que el de mi hermano surge de que mi padre decide que si era varón llevaría el nombre de los dos abuelos y si era hembra el de las dos abuelas. Próximo embarazo y no existir la tecnología de hoy, ya yo tenía el nombre, sólo si nacía varón había que pensarlo, mi nombre, ya mi padre lo había dispuesto, los dos nombres de las abuelas. Luego de los demás se encargó mi madre. y once años más tarde nace nuestra pequeña y última hermana.
Éramos una familia, muy normal, nos levantábamos muy temprano y empezaba el "trajín del día". Mi padre a su trabajo pero antes debía tener preparada su lonchera, mi madre a los quehaceres del hogar y la atención a sus ocho hijos que llegó a tener para el momento. Arreglar a los niños que les correspondían ir a la escuela, la merienda, el uniforme, los útiles escolares y la tarea de cada uno debía estar lista. Más, cualquiera de nuestros amiguitos-vecinos que llegaba a tiempo, para todos alcanzaba esta grandiosa madre. Casi todos seguidos en edad y cada uno con necesidades comunes como era de comida, lo cual era lo primero que había que resolver, la limpieza de la casa, las tareas escolares, el cambio de pañales a los más pequeños, lavar, fregar y pare de contar. Y esa paciencia que tenía mi madre para atender a uno y cada uno en sus necesidades y para llevar cada embarazo sin tener que enfermar ni sentirse agotada. Era admirable todo lo que hacía desde que iniciaba el día hasta muy tarde de la noche ya que todos exigían atención.
Qué maravillosa esa forma de administrar todo, el poco dinero que entraba al hogar, y el tiempo dedicado para cada cosa en particular. Nunca la vimos agotada, ni nunca enfadada con cada cosa que hacíamos. Con paciencia nos cuidó, nos enseñó a crecer con todos aquellos valores morales y sociales que fueron inculcados por mis abuelos.
Resultado de todo esto. Todos estudiamos y le dimos la dicha de que cada uno nos defendíamos tal y como ella nos enseñó. De allí mis aprendizajes, mi forma de ser y de actuar en el mundo donde me desenvuelvo.
Pasó algo muy fuerte y muy doloroso, falleció una hermanita, la menor de las hembras a causa de una enfermedad que no pudo sobrellevar. Asma, que luego se le complicó.
Esto entristeció mucho a mi madre, más, nunca la vimos llorar, se encargó de que nosotros siguieramos la vida sin sufrir lo que ella calladamente padecía.
Este fue el motivo de iniciar una nueva vida.
Pensó mi madre que debía volver a su ciudad de origen, junto a su familia, puesto que en nuestra cultura, mientras más cerca se esté del grupo familiar, la vida se hace más fácil.
Mi padre no estuvo de acuerdo pero accedió a lo que le propuso mi madre. Sólo que sin él no nos resultó tan sencilla la vida.
LLegamos a la otra ciudad, al oriente del país. Veníamos del centro. algunas cosas se nombraban diferentes, nuestro tono de voz al expresarnos también era diferente. Éramos muchos y llegamos a casa de una tía que tenía la misma cantidad de hijos que mi madre. La locura. Todos en un mismo lugar. Corríamos, hablábamos, llorábamos, salíamos a la acera del frente que era prohibido para ellos. Visitábamos al abuelo que vivía a una cuadra. Lo hacíamos muchas veces durante el día. Es que nos gustaban sus cuentos y su forma de bailar. Prendía su toca discos y siempre nos alegraba con sus movimientos. Disfrutábamos mucho. Pero eso no era lo cotidiano en la familia. Lo que creo que los hacía enloquecer más. Teníamos ciertas costumbres que eran diferentes a la de los primos. No lograbamos estar tranquilos por un momento.
Fuimos todos a escuelas diferentes, fue como se pudo resolver ya que veníamos de otro lugar. Y mi madre pensando en resolver el problema de vivienda para poder despejar el hogar al cual habíamos llegado.
Con ayuda del abuelo logramos alquilar una casa pequeña pero acogedora. Mi madre no quería rendirse, pués no quería volver a la otra ciudad de donde veníamos y a la que mi padre nunca abandonó porque allí conservaba su trabajo y todo lo que había adquirido con el correr de los años.
Estudiamos con gran esfuerzo por salir adelante y poder resolver en algo este cambio de vida que habíamos adquirido.
Tenía yo apenas once años cuando mi madre tomó la decisión de cambiarse de ciudad. Era la mayor de las hembras, lo que significaba que debía ser el ejemplo a seguir de todos mis hermanos y hermanas.
Tomé eso muy en serio y lo empecé a ejecutar.
Era yo el gran ejemplo de mis hermanos y hermanas. Los cuidaba a todos en ausencia de mi madre, les preparaba de comer cuando era necesario, los acompañaba a cualquier lugar casi como su representante, en fin, realice mil cosas que servían de ejemplo para ellos. Luego a terminar los estudios que completarían mi acción en la parte económica ya que era muy poco lo que mi padre podía aportar.
Seguía mi madre empesinada en buscar una vivienda que fuera nuestra, donde ya no más alquiler. Y... ¡Al fin lo logró!
Un ranchito de cuatro paredes con tan sólo una puerta que daba a la parte de atrás del terreno donde construyó con ayuda de mis tíos. La puerta que daba al frente de la casa debía permanecer cerrada ya que sólo era el espació tapado y sin cerraduras ni bisagras. Era un rancho de latón. ¡Pero ya teníamos casa! y todos éramos felices tan sólo pensando que si estudiábamos y nos graduábamos podríamos obtener una mejor. Aquí empezaron los mejores momentos de mi adolescencia. Igual que cuando pequeña, todos nuestros vecinos nos apoyaban. Y como cosa curiosa muchos de ellos se llevaron la sorpresa de que en nuestra mudanza traíamos un televisor, una máquina de coser, una nevera que para el momento no era común tener estos artefactos eléctricos.
Nuestra casa parecía una sala de cine. En las tardes todos nuestros amigos-vecinos se acercaban a ver televisión. Y...¡al piso se ha dicho! Y mi hermano mayor hacía heladitos para venderles. Todos ellos trabajaban desde muy pequeños y tenían con que comprarlos. Fue muy divertido tener tantos amigos. Cada día inventábamos algún juego para distraernos. A nuestro patio de juego lo llamábamos "Sanjón". Este nombre se debía a que era una grieta muy grande que abarcaba buena parte de este cerro por donde corría el agua de lluvia y permanecía seco por una buena temporada. Este cerro no era tan alto como el anterior donde viví de niña. Este era una pequeña loma que se encontraba al final de la urbanización seguido por un cerro formado por caliche y grea. Cuando salíamos a recorrerlo llegábamos todos llenos de polvo blanco y cuando llovía nos encharcábamos con su grea o lodo.
Nos gustaba explorarlo ya que encontrábamos caracoles de mar y una que otra concha de ostra ya convertida en piedra. Esto nos indicaba que alguna vez el mar hubo de haber estado sobre estos cerros.
Aquí también fuimos fundadores, ya que para el momento, se encontraba un poco más arriba, el ranchito del señor Rómulo, personaje conocido por su arte de curar torceduras con la magia de tocar el lado contrario del problema. Me explico, si te torcías el pie izquierdo, el hacía sus oraciones tocándo y moviéndote el derecho. Puedo asegurar que si que lo podía lograr ya que fui su paciente en un momento determinado. Y su señora muy popular a quien cariñosamente le llamábamos Yaya, una dulce viejita de un tamaño muy bajo a quien se le veía salir a buscar agua en alguna de las casas del barrio cercano.
Mi padre, nos visitaba cada veinte días, más o menos, se llevó la sorpresa de su vida. Nos encontró en una nueva casa. Ya no más alquiler.
Le pareció excelente y se propuso hacernos un hogar más bonito y más grande.
Construimos una casa con cinco cuartos para distribuirlo entre todos. Su sala, su comedor, su cocina, su baño, un gran porche donde compartíamos todos, incluyendo a los amigos-vecinos que nos visitaban para alegrarnos aún más la vida. Éramos muy felices.
Digo construimos porque fue así. Mi padre era el albañil y nosotros sus ayudantes. Aprendimos a trabajar desde las bases de nuestra casa. El nos enseñó a hacerlo con las herramientas que en este caso eran el pico y la pala, para iniciar, luego aprendimos a hacer trabajos de plomería y colocábamos, con su orientación, la tubería de aguas negras y aguas blancas, incluyendo que aprendimos a colocar los objetos de la sala de baño, del lavadero, del lavaplatos y más. Puertas, ventanas, cerraduras, etcétera. Es que mi padre lo sabía todo, era albañil, carpintero, plomero. Era nuestro super padre.
Éramos tremendos y tremendas ayudantes. Batíamos la mezcla del cemento, arena y granza. Debíamos hacerlo muy bien ya que nuestro padre nos lo exigía severamente. Debíamos trabajar correctamente. Movíamos los bloques desde donde lo dejaba el camión hasta donde nuestro padre nos indicaba. Las cabillas, los metros de arena, de granza, etcétera, etcétera etcétera. Todo lo que se requería como ayudantes de construcción. No nos salvamos de trabajar ni siquiera el treinta y uno de Diciembre de ese año, debíamos seguir ayudando porque había que colocar el techo de nuestra casa.
Ya en la tarde de ese 31 de diciembre, cansados pero alegres, nos vestimos con ropa nueva que nos había confeccionado nuestra madre. Ella fue costurera durante toda su vida.
Y cosa que parecerá extraña pero nuestro padre, después de ser tan severo, nos brindaba la alegría de reunirnos para jugar cartas o monopolio y allí nos distraíamos aún más después de tanto trabajo duro.
Listo! Hemos terminado lo básico de la casa, ahora queríamos una casa pintada... pero sus bloques estaban desnudos. Había que frizarla y mi padre nos dió ciertas clases de como hacerlo ya que era la parte que a él no le gustaba realizar. Nos indicó como lograr una buena mezcla y la realización de un buen resultado. Logramos frizar cada pared de la casa, aún en ausencia de nuestro padre, hasta que al fin terminamos. No olvido cuando me enseñaba a mover la mano para frizar que me decía rigurosamente: "¡suelta la mano, suelta la mano!". Era para que la mezcla pudiera pegarse y que no se callera de la pared...Y nos faltaba pintar.
Pedimos a nuestro padre que nos proporcionara la pintura, pues él era el del dinero. Listo... al fin la pintura... pero había un pequeño detalle. No nos tomó en cuenta, para decidir el color. Y nuestra casa fue pintada de rojo. Por qué de rojo? y nos respondió que se vería bonita ya que estábamos rodeado de verde por las plantas.
Todos seguíamos estudiando, muy felices porque habíamos logrado nuestra vivienda a la que algún día le quitaríamos el color y adornaríamos para que fuera más bella.
Mi madre embarazada de nuestra última y pequeña niña. Nunca la descubrimos pues ella lo disimulaba muy bien y mi padre estaba algo apenado porque creo que tenía un secretico muy bien guardado con una señora.
Nos contó mi madre de su embarazo, casi cuando faltaba poco para parir. ¡Qué gran sorpresa! una bebé que podía ser mi hija ya que para el momento yo contaba con veinte años. Y así lo fue. Estaba yo muy pendiente de todo para mi pequeñuela.
Listo. Me gradué de maestra. Ahora si podré trabajar y comprarle el carro que le ofrecí a mi padre, las ollas y los muebles que le ofrecí a mi madre, podré adornar y pintar la casa cómo deseaba, dar la ayuda incondicional que le ofrecí a todos mis hermanos para que también lograran sus metas.
Si pude pintar la casa. Nunca pude comprar el carro nuevo a mi padre. Fueron pocos los muebles que podía adquirir para el hogar, y para mis hermanos era poco lo que podía aportar. Fue de esta manera por la cual empecé a trabajar otras cosas diferentes en mi tiempo libre. Era mucho lo que trabajé que me faltaban horas en el día para realizar lo que me disponía. Todo el mundo decía por ahí: "He trabajado hasta el cansancio" y yo decía: "He trabajado hasta el mareo". Cuando me sentía algo mareada por el agotamiento, era que me acostaba a dormir pocas horas.
Y fuimos logrando cada cosa, cada graduación era un acontecimiento. Cada adquisición para el hogar era algo grande y algo difícil de concretar. Y yo, por dar el gran ejemplo, nunca llegué a tener un novio. No, porque también eso sería un mal ejemplo.
Me gradué e inicié a trabajar en un lugar del mismo Estado pero con un clima diferente y unos paisajes excepcionales. Fue ese lugar el que me inspiró para mi libro de cuentos: "TE CUENTO TE CANTO". Las Lagunas, así llamado por sus habitantes.
Mis primeros veinte años para estudiar, mis segundos veinte años para formar mi hogar y buscar lo que me daría la estabilidad de los terceros veinte años con su respectiva ñapa. Aspiro, Dios mediante, una gran ñapa con una buena calidad de vida. Espero Dios permita así lograrlo.
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