Mi experiencia con mi madre en el hospital por COVID-19. Lo que aprendí y cómo lo sobrellevé.
Foto que le envié a mi tía mientras estábamos en la carpa donde brindan la atención a los pacientes con covid-19.
Allí estuvimos todo el día, en un corre y corre, resolviendo lo de la comida, esperando a ver qué decían los médicos, la tensión presión arterial no le bajaba de 200. Bueno, así estuvimos hasta las 11pm que logramos conseguir un cuarto para que la pasaran a la sala, porque debía estar hospitalizada. Mi hermano se quedó esa noche con ella, yo vine a descansar a la casa. Los días posteriores fueron bastante fuertes, mi hermano y yo nos turnabamos para cuidarla y no dejarla sola. Mi otro hermano no está acá, somos tres. Así fueron pasando los días, los cuales se convirtieron en una lucha constante, para que tuviera su tratamiento, se alimentara bien, hacer las cosas en la casa... Conocimos personas muy bonitas, porque nunca falta un ángel o un rayo de luz, nos prestábamos apoyo unos a otros. El 6 de marzo mi madre salió de alta, con una saturación de 95% y la tensión medianamente controlada. Poco después nos enteramos del fallecimiento de varias de las personas con las que compartíamos cuarto, lo cual fue muy triste.Cuando dormía su rostro tenía una expresión de dolor que me afectaba, pero trataba de darle todo el cariño y apoyo emocional posible.
Su piel se resecó demasiado. Le aplicaba crema hidratante cuando estaba con ella.
Enviaba fotos a mis familiares y amigos, mientras les informaba cómo me sentía y cómo iba todo.
Pasaba horas con todo ese traje de seguridad. Cada vez que iba había que cambiarlo, pedir las batas que a veces no habían. Mis respetos a los médicos que pasan todo el día con esos trajes y unos más ajustados.
Me sentía mal físicamente, ya estaba sucumbiendo al agotamiento mental y emocional. Aún estaba enferma, escondía mi tos para no alterar a mi mamá y que su presión no empeorará.Ya el cansancio estaba pasando factura.
Má, no me pegues por subir estas fotos. Tú me apoyas con mi blog, jajaja.
Esta experiencia me enseñó a tener mucha mucha mucha más fe de la que ya tenía,que hay que confiar en Dios, pero sin miedo, el miedo no es bueno y nos afecta. Que hay que respetar la enfermedad, pero no temerle, que hay que ser fuertes. Que soy mucho más capaz de lo que pensaba y que todo lo que he avanzado no ha sido en vano. Me mostró las ganas que tengo de ayudar, también que existen personas muy bonitas que merecen mucho amor y luz. Que el amor de verdad es de gran importancia a la hora de cuidar a un enfermo. Admiro demasiado a quienes pasaron más de un mes allí, yo solo pasé unos pocos días y el estrés que manifesté luego fue enorme. De verdad les mando luz. Sean fuertes, tengan fe y traten de no temer, aunque esa enfermedad de confunde y te debilita la mente. Tengo mucho más qué decir, pero creo que no me alcanza el espacio.Luz para los enfermos, luz para los que ya no están este plano y mucha fuerza y amor a todos los familiares. Gracias Dios por todo, gracias.