La resiliencia de Erika:

in #steemitexclusive2 months ago (edited)

1000056329.jpg

Imagen creada en Canva

Mis queridos lectores

Paso por aquí para contarles algo de mi vida, o mejor dicho, algo más sobre mí.

Para quienes no me conocen: mi nombre es Erika y en esta plataforma me encuentran como @soyerikagil. Llevo catorce años casada y tengo una mamá maravillosa. Tengo dos hermosos hijos: mi primogénito, Marco Alessandro, de once años; y el segundo, Abel Alejandro de dos añitos. Marco es autista, pero no solo eso. Además, es epiléptico y padece una patología neurológica rara llamada leucomalacia periventricular bilateral. En pocas palabras, esta patología le causó un retraso mental. Y la lista no acaba ahí: ha pasado por incontables estudios, hospitalizaciones y procedimientos invasivos. Mi vida cambió por completo desde que él nació. Marco fue un hijo deseado y planificado, y durante todo mi embarazo lo cuidé al máximo. Sin embargo, el 22 de diciembre de 2013, en una reunión con amigos, recibí una llamada que ningún ser humano desea escuchar: mi amado papá, mi papito lindo, había sufrido un paro respiratorio y un infarto al que no sobrevivió. A las 11:30 p.m., esa llamada lo cambió todo.

1000056311.jpg

Yo tenía ocho meses de embarazo de Marco y la pérdida de mi padre fue un dolor inmenso, pero como estaba embarazada, mi esposo y mis familiares no me dejaban llorar. Me mantenían a punta de manzanilla y me entretenían con cualquier cosa. Durante los últimos días de mi embarazo, me tenían siempre ocupada: venían amigos y familia, me invitaban a pasear, al cine o a comprarle cositas al bebé.
El 9 de febrero de 2014 nació mi chiquito. Pero... empezó a complicarse. Para no alargar la historia, estuvo doce días luchando por su vida. Los médicos no me daban esperanzas, pero mi gordo sobrevivió.Después de llegar a casa con mi bebé, a la semana empecé a sufrir de depresión posparto. Todo lo que viví, la muerte de mi padre y los dieciséis días en el hospital con mi hijo, desencadenaron mi depresión.
Al superar todo eso, justo cuando creí que las cosas empezaban a mejorar, mi gordito Marco se complicó y tuve que tomar una decisión: terminar mi carrera universitaria o dedicarme a él y olvidarme para siempre de mi profesión.

1000056311.jpg

¿Qué creen que escogí? Obviamente, a mi hijo. No me arrepiento. Prefiero ser una "simple ama de casa" con un hijo que es amado, amado y mil veces amado, que tener una profesión y un hijo mal cuidado y sin amor.
Pero ahí no termina todo. Cuando Marco tenía cuatro años, mi esposo, mi bebé y yo tuvimos que emigrar a Colombia para buscar una "mejor calidad de vida" para nuestro pequeño. Tenía muchos problemas de salud, entre ellos desnutrición, porque perdía minerales por la orina. Las consultas eran muy costosas y ni hablar de los remedios.
Superada esa etapa, para colmo, cuando Marco tenía siete años, mi niño convulsionó por primera vez. Tuvo una crisis epiléptica de una hora y llegó a urgencias sin signos vitales. Sentí que mi vida se acababa. Gracias a Jehová Dios, los médicos lograron estabilizarlo. Sentí que en ese momento volví a la vida.

1000056311.jpg

Cuando Marco cumplió nueve años, quedé embarazada de Abel. Mi mundo se volteó. ¡Dios mío! Otro hijo, ¿y ahora qué hago? ¿Cómo voy a dedicarme a este otro bebé si mi vida gira solo en torno a Marco, con tantos problemas de salud? Lloré durante quince días, tratando de entender cómo iba a hacer.
Por un lado, estaba feliz por tener otro bebé y poder experimentar muchas cosas que quizás con Marco no pude, como cargarlo recién nacido. Pero por otro, tenía mucho miedo. No sabía si sería capaz. Le di la noticia a mi esposo y se quedó como una hoja en blanco, pálido. Todavía recuerdo su rostro. Ah, olvidé decirles que me cuidaba con anticonceptivos. No fueron 99% efectivos. O bueno, fui del 1% que queda embarazada cuidándose.
A las 33 semanas, fui a un control prenatal y me dejaron hospitalizada. Tenía la tensión alta. Recuerdo que el doctor me dijo: "Te voy a dejar hospitalizada para corroborar que no sea preeclampsia. Prefiero un falso positivo a dejarte ir y que pierdas al bebé o que pase algo peor".

1000056311.jpg

Fueron días bastante difíciles para mí. Tuve que dejar a mi hijo con mi vecina porque mi esposo estaba trabajando. Mi mamá, aunque vivía conmigo desde la muerte de papá, en esa etapa no pudo estar a mi lado porque se había ido a Perú a vivir con mi hermano pequeño, a quien no veía hacía seis años y aún no conocía a su nieta. Así que éramos solo mi esposo, mi hijo Marco y yo, superembarazada.

1000056311.jpg

Tuve que quedarme sola en la clínica porque mi esposo debía trabajar y Marco era muy pequeño para quedarse conmigo. Gracias a Dios, tengo muy buenos amigos y vecinos en Colombia a quienes quiero y extraño mucho, ya que ahora vivo en Brasil (ahora les cuento por qué). Ellos me apoyaron muchísimo, se turnaban para cuidar a Marco, aunque la mayoría de las veces lo hacía mi mejor amiga, Yeximar. ¡La extraño tanto! También les llevaban el desayuno, el almuerzo y la cena a mi esposo y a Marco.

1000056311.jpg

Mientras, yo, solita en la clínica, solo lloraba. Comía porque realmente me daba mucha hambre, jejeje. Llorar no ayudaba. La tensión no bajaba, al contrario, subía más. La perinatóloga decidió hacerme una cesárea de emergencia con solo 34 semanas de gestación porque yo estaba cada vez más grave y al bebé le estaban bajando los latidos.
Los doctores decidieron arriesgarse y hacerme la cesárea de emergencia para ver si podían salvarnos. ¡Y funcionó! Mi chinito Abel nació sano y saludable. No necesitó estar en la UCI, ni yo tampoco. ¡Nos salvamos! Mi gordito bello pesó 3.555 kilos y midió 51 cm... Mamá, vine a sacarte canas y a hacerte feliz y a cuidar a mi hermanito cuando sea grande. Yo seré tu apoyo...

1000056311.jpg

Aunque tengo grandes amigos que amo y extraño un montón en Colombia, la situación económica allá nos tenía muy asfixiados. Apenas nos alcanzaba para pagar el alquiler y a duras penas comprar comida. Ropa y zapatos eran un lujo. La vida de por sí es dura para el colombiano, para el extranjero se tornaba muy difícil.
Se nos presentó la oportunidad de venirnos a Brasil. Nos ayudaron y aquí ya llevamos dos años. Nuestro hijo Marco tiene una buena atención médica y muchos beneficios, ha progresado bastante. En cuanto al chirulino de Abel, ¡mi alma, en serio, no se cansa! Es muy activo, y aunque me agota, me hace tan feliz.

1000056311.jpg

En realidad, esta es una historia resumida de todo lo que mi esposo y yo hemos vivido. No les conté que en Colombia secuestraron a mi esposo y le costó mucho conseguir empleo. Yo tuve que aprender a hacer muchas cosas para ver dónde conseguía trabajo: aprendí peluquería, aprendí a coser... Sufro de depresión, estrés postraumático y ansiedad. Diariamente, lucho con mis emociones.
Como pueden ver, mi vida no ha sido fácil. Pero aquí estoy, aprendiendo a vivir cada día y siendo muy feliz. Si crees que tu vida es difícil, ponte en mi lugar y te diré: si yo pude, tú con mucha más razón podrás.

1000056328.jpg1000056306.jpg

con mi hijo Marco con 18 dias de nacido, con mi hijo Aber recien nacido

En conclusión:

A lo largo de los años, he aprendido que la felicidad no es la ausencia de problemas, sino la resiliencia para enfrentarlos con amor y valentía. Mi vida, tejida con hilos de dolor y superación, ha demostrado que la fortaleza no se mide en la ausencia de heridas, sino en la capacidad de seguir adelante con un corazón lleno de gratitud. Mis hijos, Marco y Abel, son la luz que guía mi camino, el recordatorio constante de que el amor incondicional es el motor más poderoso. Hoy, en Brasil, con mi familia unida, entiendo que la verdadera riqueza no está en las posesiones materiales, sino en la paz de tener un hogar lleno de amor, la salud de los míos y la certeza de que, juntos, podemos superar cualquier tormenta. Que mi historia sirva de inspiración: si yo pude, tú también puedes.
1000056324.jpg1000056327.jpg1000056301.jpg

feliz con mis dos hijos. En mi boda con mi amado papito. Mi gran amiga Yeximar.

Los leo en los comentarios... gracias por leerme.