Dependiente | Relato
Siempre me repetí una y otra vez que cuando llegara el momento bajaría la aguja, limpiaría la mesa y me retiraría a realizar las tareas que tenía asignada. Yo no era como las demás personas que se volvían adictos a bebidas o drogas, yo era más fuertes que aquellos ineptos que no sabían cómo mantener su vida en orden y dependían de una cosa para ser felices o suficientes. Tal barbaridad no podría pasarme, siempre lograría detenerme antes que la picazón y el calor interior me pidiera más. Pero no fue así en lo absoluto, en cambio la picazón era tan fuerte que no podía calmarla con las dos manos, y el calor era tan intenso que en ocasiones me imaginaba ardiendo de lo sudado que me encontraba. Todo un inepto, de aquellos que había criticado desde la comodidad de mi insignificante vida.
Comenzó como una pequeña curiosidad. ¿Qué tenían de especial aquellos vicios que volvían a las personas sumisas? Tenía que saberlo, necesitaba saber de qué estaban hechos para poder entenderlo. Lo que no esperaba cuando lo probé es que me gustara tanto e incluso más de lo que había previsto en los peores escenarios posibles. La piel se me hinchaban los ojos se me expandían y la mente se me iba a toda clase de lugares. “Asombroso” fue mi primera palabra. No sentía ni hambre, ni mucho menos ansiedad, todos los males que había en mi mente desaparecieron y una tranquilidad estúpida me invadió que por primera vez conocí el significado de la palabra paz y todo lo que suponía. Pero era una farsa. La tranquilidad y la paz que me daba aquello no eran una verdadera sino una momentaria. Y justo ahí fue cuando entendí de lo que estaba hecho.
Estaba hecho de pequeños momentos de lo que necesitaban las personas. Se lo daban, lo saboreaban lo acariciaban y luego se lo quitaba de arrebato para que luego buscaras más y más sin que pudieras pararte. Seré sincero, pude detenerme. Pero no quise. La nueva curiosidad que me había llenado era más fuerte que la anterior. Necesitaba probarlo y volver a unirme a esa tranquilidad para dar mi veredicto. Si lo que había experimentado era tan bueno entonces le daría la razón a los ineptos que daban todo por conseguirlo. Hasta que sin previo aviso yo me convertí en uno de aquellos ineptos.
Robé, mentí, traspasé los límites que no debían ser traspasados y me volví un completo dependiente de la paz más tóxica en el planeta. Me vi en un espejo y ni siquiera me reconocí. No era la persona que veía día tras día, mañana tras mañana. Sin embargo seguía siendo yo, detrás de la capa de orejeras, los labios resecos, los ojos rojos, la piel arrugada, las uñas sucias, la barba aliñada, el cabello largo y desarreglado, ahí estaba yo. Quien había sido por todos aquellos años de sabiduría y tranquilidad. Ahí estaba. Pero perdido. Bien en lo profundo.
Así que cuando supe que no importa lo que hiciese, aun cuando me alejara por unos días, o con esfuerzo por unos meses, volvería, volvería a caer en el hoyo de la miseria que parece no tener fin, y aun cuando lo tuviese, la tierra se expandiría nuevamente para dejarme caer más. Porque el secreto de cada una de estas adicciones que no necesitan gustarte del todo, o darte aquella paz falsa ,sino que tiene que volverte en la persona más dependiente del mundo.
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