El hijo de Doña Margarita

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Esa carajita siempre estaba en la casa, por eso a mi mamá no le quedó más remedio que incluirla en esa imagen, acompañando a mi hermana Carolina y a mí que estamos sentados, mientras que ella, Sabina José, insistió en que se quedaría parada para exhibir esa pose tan pedante que nunca la abandonaba. Era un año mayor que yo y nunca perdía ninguna oportunidad de fastidiarme la vida. Todo lo malo que en aquellos tiempos sucedía a nuestro alrededor enseguida ella aseguraba, con una convicción inquebrantable, que yo había sido el culpable: "Fue Ernesto, Doña Margarita, yo lo vi"; y como, en verdad, yo no era ningún santo, mi mamá no lo pensaba mucho y el estruendoso regaño, el jalón de oreja o cualquier otro castigo similar no tardaba en llegar.

La odié con toda mi alma infantil y cada vez que la tenía cerca le propinaba un soberano pellizco en la barriga que la hacía retorcerse o le ponía una zancadilla para que cayera al suelo. Sin embargo, esas y otras malignas travesuras las soportaba sin decir nada, sin acusarme ante mi madre; en esos casos prefería esperar una oportunidad para vengarse, como la ocasión en que me empujó para que cayera en un canal lleno de aguas putrefactas y continuó caminando muy tranquila, mientras yo, además de estar embadurnado de inmundicias, me quejaba de una severa torcedura en el pie derecho.

Aquella encarnizada rivalidad continuó a lo largo de la niñez, por eso debía cuidarme de su inquisitorial mirada durante mis inquietos años escolares. Todo cuanto sucedía en el pequeño colegio donde estudiábamos, Sabina José venía a chismeárselo a mi madre, quien la tenía en alta estima porque, para mi infortunio, la mayoría de sus tendenciosos reportes resultaban ciertos: Doña Margarita, Ernesto no hizo hoy la tarea; Doña Margarita, Ernesto se escapó de clase y se fue con los muchachos al río; Doña Margarita, Ernesto se peleó en la escuela… Cuando arribamos a la adolescencia estaba tan harto de la carajita que tuve que llamarla, hablar con ella en serio, para acordar un pacto de no agresión; yo no me iba a meter más con ella ni ella conmigo y ni siquiera nos hablaríamos más nunca. Después de escuchar mi propuesta, se rio de forma despectiva y me dijo: "Está bien, de todas maneras yo pensaba ignorarte por el resto de mi vida".

Así lo hicimos, cada quien se dedicó a lo suyo, jamás cruzamos una palabra en las ocasiones en que coincidíamos en cualquier lugar del pueblo y yo llegué a pensar que ambos habíamos asumido comportarnos como los adultos que ya éramos; quizás en el futuro nos trataríamos con mucho respeto y nos reiríamos de nuestras antiguas contiendas infantiles. En esos mismos días hasta llegué a sentir pena por Sabina. Su nombre anduvo de boca en boca por las calles porque "la recatada señorita" (así la aludían todos en modo acusatorio) había salido preñada sin que se le conociera novio alguno. Pero el chisme siguiente se esparció mucho más rápido aún, ya que cuando su madre le preguntó quién era el padre de la criatura, ella respondió sin dudarlo ni un instante: "Ernesto, el hijo de Doña Margarita".




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Invito al amigo @leonciocast a participar en esta edición de Arte y escritura.

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Congratulations @cruzamilcar63, your post was upvoted by @supportive.

Gracias por el apoyo.

El nace para clavo del cielo le caen martillos...! Lo de Ernesto es un karma hasta el fina de sus días. Dígame si resultare cierto la aseveración de la chica...!

Gracias por compartir excelente historia..!

Saludos y feliz tarde..!

Hasta el final, cuando ya pensaba que se había librado de la chica, apareció esta situación para la cual debemos imaginar su desenlace. Gracias por sus comentarios, amigo. Saludos.

Creo que todos llegamos a tener a una Sabina José en nuestra niñez, aunque no necesariamente fuese sido alguna vecina. En mi caso, fue mi vecina del frente que era dos años mayor que yo y que no sabía guardar chisme, sobre todo cuándo saltaba el portón para escaparme y salir a jugar con mis amigos.

Buena historia amigo.

Sí, nunca falta a nuestro alrededor alguien que vaya con el chisme para disfrutar de nuestras contrariedades... Gracias por la lectura y sus comentarios, amigo. Saludos.

Gracias por publicar en #VenezolanosSteem
Jeje. Por lo visto, Sabina estaba enamorada de Ernesto, y su manera de llamar la atención era "fastidiarlo". Ahora me pregunto: ¿Qué hará Ernesto ante esta infamia? y ¿Cómo reaccionará la señora Margarita?

Definitivamente, Sabina nunca será olvidada por Ernesto.

Me encantó leerte. Gracias por estar. Un abrazo.

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Tus preguntas son para el siguiente capítulo o para que los lectores completen la trama, como mejor les guste. Gracias por las observaciones y la verificación, amiga.

Jajaja. Claro, el lector ha de imaginarse algunos posibles escenarios, jeje. Un abrazo.

Me encantó leer tu historia, @cruzamilcar63. La rivalidad infantil y el giro inesperado al final me dejaron con la boca abierta.

Bendiciones...🙏🏻

Me complace que le haya gustado la lectura. Gracias por ello y por dejar un agradable comentario. Saludos.

 6 days ago (edited)

Sabina era candela, sí que le pudo echar una buena broma a "Ernesto, el hijo de Doña Margarita".
Me pareció genial ese giro en tu relato.

La verdad es que nadie esperaba eso de Sabina, ni que saliera embarazada y mucho menos que el papá fuese Ernesto... pero así es la vida y la ficción. Gracias por sus palabras, amiga. Un gran saludo.

Muchas gracias por su apoyo...

Jajaja, de alguna forma se cumplió lo que yo sospechaba, que esos dos iban a terminar juntos. Sabina era terrible.

Sabina como que esperó una oportunidad para dar su golpe de gracia, pero no sabemos cómo terminó todo. Hay que imaginarlo. Gracias por sus palabras. Saludos.