(Un)Boxing Day
Si uno siempre vuelve a los lugares donde amó la vida, la música es de los primeros a los que se vuelve, es también las ganas de volver y, cómo no, la forma más bonita de hacerlo.
Este señor es el tío de todos los venezolanos. Como dato curioso, falleció el día que cumplí 15 años.
Mis abuelos fueron padres en la versión de la historia que les tocó. Sé que todos los padres que se hacen responsables de sus hijos lo hacen de la misma forma, pero el hecho de que ellos hayan sido padres en la época que les tocó es relevante para nosotros.
Mis tíos antes de que una de mis tías se casara. Y eso que Chayanne falta aquí.
El Justin Bieber venezolano de los 80's.
No vengo a hablar de crianza, ni nada por el estilo. En todo caso, este post vendría hablando de cómo consintieron a mis tías y mi padre, pero ese no es el enfoque que le quiero dar. Más bien, quiero enseñarles un poco del pasado que mi abuela estuvo a punto de dejar ir.
Mi definición de sinestesia nace con la sensación de estar comiendo comida navideña que me da el escuchar esta música.
Los precios hoy día no se comparan.
Más o menos hace un año, estábamos mis tías, mi abuela y yo acomodando cajas en el patio de su casa. No me acuerdo de si era porque íbamos a sacar los adornos de Navidad, o porque ya les tocaba hibernar hasta el otro diciembre. Mi abuela, en su cruzada por deshacerse de lo que ya no le era necesario (como viene haciendo desde que sabe quién es y dónde pisa), ya se dijo a sí misma que era momento de decirle adiós a los discos en los que, como el vino, solo se pusieron mejores con el tiempo.
Enrique, respeto tu carrera como cantautor, aunque no soy fan tuyo...
... pero el verdadero galardón que te puedo dar es que eres, facialmente, el copiar-pegar de tu padre. Como Jeff y Tim Buckley.
Ok, quizás dije lo último con más subjetividad que otra cosa.
Un recopilatorio de música pop de la época, con varias canciones de The Beatles.
Total que, para no botarlos, le dije que me los quería llevar a mi casa. Accedió como quien accede a que le hagan un favor y los embolsé después de terminar de acomodar las cajas cuya motivación de acomodo no recuerdo.
Mi abuelo, como era obrero en SIDOR (Siderúrgica del Orinoco), coleccionaba estos discos. Supongo. Nunca le pregunté mientras estaba vivo. Lo que sí puedo decirles es que tengo desde la segunda hasta la decimosexta edición de estos recopilatiorios.
Siendo franco, todos en la familia sabían que no iba a dejarlo ir a otro lugar que no fuera el lugar donde se supone que guardo lo que me pertenece. En otras palabras, sabían que tarde o temprano iba a parar en mis manos (o paredes).
Si esto no es histórica -aunque yo esté siendo un poco sentimentalista-, entonces he tenido un concepto erróneo del estudio de la historia.
Hace aproximadamente una hora tomé una cámara prestada y la usé para lo que fue mandada a hacer. Eramos mis vinilos y yo, pero llegaron mi hermano y mi perro a ayudarnos un poco.
Y que quede claro, muchachos, que los sidoristas saben cantar. O sabían. No sé.
Ahora les dejo unas fotos más y los posibles equivalentes a los bloopers de esta sesión:
Una verificada, solo para que quede claro que, si te encuentras en Ciudad Guayana, tu acumulador local soy yo.
Lo más chistoso de estos dos discos es que los encontré en donde debería estar la soundtrack de la película de Village People. Todavía creo que es el mayor golpe de suerte que he tenido.
Mi perro pensaba que yo no estaba enterado de su existencia en esa foto.
Mi hermana pasó al cuarto justo cuando nos tomaban esa foto. En un universo alterno hubiera quedado brutal, pero en este las cosas no se dieron de ninguna manera.
Y sí, estábamos en el piso cuando las últimas fotos.
Felices fiestas, gente. A lo mejor y el año que viene, si sigo por aquí, les cuente un poco de las navidades y de por qué la nostalgia navideña debería ser enfrascada y vendida como un brebaje de consuelo para cuando te sientas mal.