El Museo de los Tiempos, un cuento de ficción que he podido lograr.

in #writing7 years ago

                                          El museo de los tiempos.

                                                                 Anthony Guillén

    

     Recorro los pasillos largos y oscuros; en solitario van mis pasos de un lado hacia el otro, rechinando cada lamina de madera que pronuncio al pisar, las escaleras revientan al subirlas. El polvo se expande esparciéndose a todos lados, puedo verlas por el poco reflejo que brinda la luna.

     Llegando al final del pasillo, giro la manilla hacía delante entro sigilosamente evitando tropezar cualquier jarro valioso. Al dar los primeros pasos, me fijo que las paredes están cubiertas de vidrió, desde la entrada hasta el final de aquel sofá, que se encuentra abandonado. Noto en esa habitación una presencia extraña, que se esconde detrás de las valiosas joyas cubiertas de sábanas y fundas.

     Me paro frente al espejo cercano al viejo sofá olvidado, y veo a una persona sentada, un poco mayor vestido formal, leyendo a “Cantaclaro” iluminado por una vela que posaba de un paral delgado. Se quita los lentes saludándome muy tranquilo.

  • Hola que tal porque no te sientas ¿Qué buscas?
  • Asustado, doy un paso hacia atrás diciendo ¿Quién eres?
  • Tú sabes quién soy, siempre estoy aquí.

      Siempre trabaje en este museo frío y abandonado. Dentro de ese espejo el oscuro cuarto se encontraba iluminado, completamente limpio; observaba una biblioteca enorme repleta de libros viejos, al voltear esa biblioteca no se encontraba en la posición en la que se reflejaba. Comienzo a asustarme y le pregunto nuevamente.

  • ¿Quién eres? ¿No serás tú una especie de espanto?
  • No, nunca, solo soy tu otro yo. Yo soy tu encerrado en otro tiempo.
  • En uno paralelo al tuyo, solo que te llevo treinta y cinco años.
  • Pues, muy fácil, entraste en la casa de los tiempos. Donde el tiempo y el espacio corren sin parar, distorsionado, lineal o inversa.

     Había trabajado cinco años seguidos en ese museo, que más bien era una casa abandonada cerca de un cementerio. En ese museo la noche duraba más que el día. Mi cuerpo entumecido busca una salida; corro directamente hasta el final del pasillo y abro la puerta, al hacerlo un muro de concreto frena de golpe mi salida.

  • Esa puerta ya está cerrada, no existe.
  • No puede ser yo entre por ahí.
  • Te lo dije el tiempo pasa volando, quizás la dueña alargo el pasillo.

     Regreso para sentarme y hablar con él. Sin duda era yo quien estaba en ese espejo.

  • ¿Cómo sabes que tú eres mi otro yo?
  • Claro que lo sé, corrías, leías, y trabajabas duro.
  • ¿Cómo puede entrar yo aquí en esta cosa tan extraña.
  • Siempre estuviste aquí, encerrado como un ave en una jaula, rondando día y noche, lo recuerdas, adoptaste una nueva casa.
  • No te lo puedo creer, yo solo trabajo aquí, más no vivo.

     Quede frío al saber todo lo que dijo, en saber a dónde ir enseguida le pregunto cómo salir.

     Al pasar dos horas dentro de la habitación, mi yo de un tiempo paralelo o quizás de un futuro incierto, me amarra de una conversación larga y tranquila, comentándome sobre hechos de la infancia, de hace unos momentos antes de entrar y mi futuro más cercano. Me doy cuenta que mi otro yo del tiempo, saltaba las fechas, aunque algunas las acertaba otras me parecían ilógicas.

  • Al parecer se quién eres tú en verdad, le digo tratando de jugar con él, y de esta manera salir.
  • Si, Naahh, tú jamás me has visto, además nunca hemos estado en el mismo espacio tiempo.
  • Juumm, mentira, pero si tu eres yo, o es que acaso no me dijiste eso.

     Notaba una pequeña incongruencia con su comportamiento, admito que era muy inteligente, me hablo de ciencias, de biología y de otras cosas de la vida después de estas dos largas horas. De pronto me dice que me calme; comienzo nuevamente a prestarle atención fijamente, noto que trata de decirme algo importante. “Corrige tus errores hijo”, me le quedo viendo, tranquilo recuperando la calma.

  • Hiciste muchas cosas pero te faltaron algunas por concluir.
  • ¿Cómo que cosas me faltaron por concluir?
  • Dejaste de hacer las actividades que más te complacían, las competencias, ha eso me refiero.
  • El correr te llena de tranquilidad y te hace ser una persona diferente. Pues mírame encerrado y aburrido, estoy acabado Anthony, como tú también acabarás dentro de pronto.
  • No, no puede ser.
  •  El tiempo en esta habitación, es muy distinto al resto, los minutos corren por años.

     Me dice que me acerque a él sin miedo. Dando pasos lentos hasta el espejo. Me pongo frente a él y me dice que extienda mi brazo, al hacerlo, toco el espejo traspasando mis dedos, palpando los suyos y agarrando una carta en un sobre.

     Era una carta directa para mí, concierta direcciones que indicaban los lugares donde cometí aquellos errores, que me pidió corregir.

  •  Sal corre, pasa por uno de los espejos y consigue aquella puerta donde se encuentra tu propia salida. Apúrate ya ha pasado mucho tiempo.

     Al correr por el pasillo, trato de entrar por uno de los espejos, me canso rápidamente al empujar una de ellas, toso fuertemente, mi vista cae borrosa; alzo la mirada para poderme ver, y saber qué es lo me ocurre. Al hacerlo un bigote me brota de repente, canoso y largo, al igual que mi barba. Mi rostro se torna muy arrugado y velludo, volteo al fondo y mi otro yo era irreconocible, un hombre de 55 se transforma en uno de 100 de un momento a otro.

     Se me acelera mi corazón, rápidamente busco otro espejo y mi reflejo no es un viejo si no un niño perdido, empujo a ese espejo hasta salir de esa habitación. Caigo con la carta en mano por unas escaleras hasta el fondo. Las luces apagadas y un conjunto de cuadros guardados, rostros de porcelana y también esculturas extranjeras me interrumpen mi salida. Abro la puerta y caigo nuevamente en la sala, la dueña me mira de pie a cabeza echándome un regañón y obligándome a limpiar el desorden, me niego saliendo de la casa, disparado hasta llegar al punto donde me indicaba la carta.

      Ahí me encontré con una amiga, que hace mucho tiempo tuve una discusión. Destapo la carta y la leo, al hacerlo solo decía una sola cosa.

- “Perdona a aquellos que por error, alguna vez, te hicieron daño”.