Nuestra fascinante naturaleza humana es como un vaso vidrio: transparente, decorativa, frágil, utilitaria y adquiere valor, dependiendo del contenido.
Esos vasos de vidrios, chocan con otros vasos de vidrios para un brindis o una celebración. Pero también se caen, se botan, se roban, se pierden, se olvidan.
Nos pertenecemos y no nos pertenecemos en el contexto del todo.
Nos equivocamos porque tenemos que equivocarnos, porque errando avanzamos, buscamos nuevas alternativas y en esas nuevas salidas de los errores, están los grandes avances de la humanidad.
Alexander Fleming descubrió la penicilina por un descuido en su laboratorio, los astrónomos Arno Penzias y Robert Wilson, al colocar unas antenas en un lugar equivocado, terminaron escuchando las radiaciones del Big Bang, descubriendo el origen del universo…
Equivocarnos es la base de las certezas. Quien no se equivoca, no vive. Quien le tiene miedo al error es porque le tiene miedo a la vida o está profundamente subordinado por mediocres en ambientes de poco crecimiento humano.

Debemos tener conciencia que somos como la fragilidad de un vaso. Podemos ser decorativos, utilitarios o rompernos en pedazos para volvernos desechos o pedazos de algo.
Si optas por ser decorativo, siempre serás un adorno de alguien.
Si optas por ser utilitario, serás un vaso usado como vaso, llenándose del contenido de los otros, siendo el disfrute de otros hasta el final.
Si optas por ponerte en el borde de algo y romperte, ya más nunca serás un vaso y nadie sabe en qué terminarás, desde el reciclaje hasta el olvido.
No temas en romperte, en despedazarte en mil pedazos, en dejar de ser lo que originalmente eras. No temas equivocarte una y otra vez. Censurarte demasiado, es meterte en una caja y no salir jamás.