Navidad de ayer y hoy || Las esperanzas compartidas

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Ayer

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Nuestros hijos estaban pequeños y el Niño Jesús, a la media noche del 24 de diciembre, era quien les traía los regalos. Unas semanas antes, los dos debían hacerle la carta con el fin de recalcarle al Mesías que se habían portado bien durante todo el año y dejar por escrito los obsequios que solicitaban. La única preocupación en ese entonces para nosotros, los padres, consistía en encontrar disponibles, en venta, los juguetes que ellos deseaban.

Recuerdo que un año en que la hija quería un horno donde se fundían metales y se preparaban algunas prendas como pulseras y sortijas, no encontrábamos en ningún lado el dichoso producto. Hasta que una empleada de una famosa juguetería, viéndome la cara de angustia, me dijo: "Para el 23 en la tarde llegan algunos, yo le haré el favor de apartarle uno"… Gracias a Dios, así lo hizo y mi pequeña tuvo el regalo que anhelaba.

Era una época en que podíamos comprar casi todo lo que quisiéramos. No existía ninguna dificultad para obtener los ingredientes de las hallacas y en nuestra casa había desde nueces hasta frutas importadas, sin que faltaran los turrones y otras golosinas navideñas. En la nevera siempre teníamos durante esos días ponche crema, cervezas, refrescos o güisqui para brindar y compartir con los familiares y amigos que nos visitasen. Las cenas de navidad y año nuevo eran para disfrutar a plenitud con todos los parientes y las amistades que se sumaran a esas grandes celebraciones.

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Hoy

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Nuestros hijos crecieron, ya son una mujer y un hombre que se abren camino en este mundo que cada día parece complicarse más. Tenemos dos nietos, pero estos tuvieron que emigrar, junto a sus padres por supuesto, hacia una tierra extranjera. Eso quiere decir que no tenemos cerca a ningún pequeño al que debamos comprarle su regalo para que en la mañana del 25 de diciembre amanezca exhausto de felicidad, mostrándonos los hermosos juguetes que le trajo el Niño Jesús.

En estos últimos tiempos para obtener los ingredientes con que se elaboran las hallacas, debemos comenzar a comprarlos, si es posible, desde el mes de octubre, ya que el dinero de que disponemos no nos alcanza para adquirirlos todos de una sola vez. Las uvas, las manzanas y las golosinas importadas ya no se encuentran en la lista de nuestros productos navideños; y la variedad de bebidas que teníamos en el refrigerador para complacer a todo el que pasase por nuestro hogar, quedó limitada a unas pocas cervezas o a una botella de licor que, por lo menos, no sea tan ordinaria.

Las cenas de navidad y año nuevo no cuentan con la profusión de exquisiteces de antaño, pero continuamos celebrándolas con fe y esperanza, disfrutando de lo que tengamos para ello y compartiendo con los familiares que todavía se encuentran en este país. A pesar de que casi todo ha cambiado porque la situación económica nos impide satisfacer como antes nuestros gustos y deseos, continuamos cantando y escuchando las melodías propias de esta época, mientras bailamos, echamos broma y nos divertimos de cualquier forma, porque la vida ofrece siempre una oportunidad para pasarla bien y no es conveniente que desaparezca entre nosotros la proverbial alegría que caracteriza a estos días finales del año.

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Invito a los amigos:
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